La gracia de disfrutar tres hermanos en un mismo equipo de béisbol

Es una curiosidad, sin dejar de tener un fuerte atractivo, ver dos hermanos en cualquier deporte.

Venus y Serena estuvieran menos en el figureo mediático de no haber sido hermanas al igual que lo fueron Michael y Ralf Schumacher en su fórmula 1, sin negar que Fangio, sin tener un solo primo, sigue recordado como el piloto primero.

En la pelota hay más de 400 casos en que dos hermanos estuvieron en las Grandes Ligas y en el sitio internet del Baseball Almanac ( https://www.baseball-almanac.com/family/fam1a.shtml ) hay una lista donde se puede ver a todos en orden cronológico y con sus estadísticas. Una joya para el que le guste la pelota, ¿noverdá Tomás?

Pero si ya dos hermanos era un atractivo, tres en un mismo equipo, ya era un deleite supremo para el verdadero fanático.

Muchísimo antes que Felipe, Mateo y Jesús fueran firmados por los Gigantes casi recién mudados de New York para San Francisco en la primera expansión del Baseball de Grandes Ligas, otros tríos de hermanos lucieron uniformes de equipos profesionales como lo fueron Hugh, Charlie y Andy High; Joe, Luke y Tommy Sewell que a lo mejor no le dicen nada porque hace un buen rato de eso; pero más recientemente seguro que habrán oído mencionar a Joe, Vince y Dom Dimaggio un trío de italianos que llegaron a la fama por los estacazos de Joe y su habilidad con el guante en el equipo de los Yankees. A ello se sumó el matrimonio con Marilyn Monroe que más de un americano soñaba con su cabellera de oro después que Hugh Hefner inaugurara su revista Playboy con ella en portada en el 1953. Joseph Paul Dimaggio llegó a los Yankees con 21 años en el 1936 para patrullar el center con el número 9. No pudo usar el 5 en su debut porque el siori Frankie Crosetti lo llevaba a cuesta desde el 1932. En el 36 le ofrecieron el 1 y así Joe lució el 5 hasta el final de su carrera en el 1951 con tres años de descuento (43,44,45 por la imbecilidad de la guerra). Los Boyer fueron muy destacados sin tener ninguna conexión familiar con el Boyer del Palacio de Borgella de la ocupación haitiana del 1822. Gracias a Ken Boyer, Cloyd y Clete fueron conocidos.

De Tommie Aaron nadie se daba cuenta cuando su hermano Hank desconchinflaba todos los récords del Babe Ruth hasta que a él lo superara los esteroides.

Dizzy y Paul Dean le inyectaron energía a los Cardenales y algarabía a los fanáticos cuando en el 34 acumularon 49 victorias entre los dos (30 de Dizzy). A Paul le decían Daffy que es el Pato Lucas de Disney y de moda en ese momento, a pesar de la seriedad del pelotero.

Joe Torre, con su cara de quéche en Milwaukee le quitó el espectáculo a su hermano Frank de la misma forma que lo hizo Gaylord Perry con Jim. En cambio, tanto Phil como Joe Niekro brillaban con los mismos 100 watts.

Greg Maddux jugó con los Cachorros, con los Bravos, Los Angeles y los Padres y terminó con 355 ganados y 227 perdidos. Mike, su hermano, jugó con nueve equipos y en su mejor temporada ganó 7 partidos y en las otras nunca pasó de 5. Terminó 39-37.

De los hermanos Ripken solo se oía de Carl Jr. Con su guante que barría los cañonazos que le llegaban a la tercera.

Si de Ramón se oyó menos que de Pedro Martínez se debió a que el primero estuvo por el culo el mundo por allá por Los Ángeles y porque Pedro, con la maña de afeitar con sus lanzamientos a los bateadores, imponía un miedo a una posible pedrá en una costilla.

Vladimir fue el único Guerrero porque su hermano no llegó ni a escudero en las batallas beisbolísticas.

Tony Peña, el cátcher, opacó a Ramón y el otro Tony Peña pitcher, no permitió que se supiera gran cosa de Francisco.

En nuestro beisbol se destacaron los hermanos Grillo conocidos como A, B y C cuando jugaban con Horacio y Aquiles Martínez en la prehistoria. También, pero más luego, los Olivo, Guayubín y Chichí tuvieron su fama y admiración propia al igual que los mulos Jiménez (Elvio que jugó con los Yankees dos jueguitos y Manuel con los Atléticos de Kansas, los Piratas y los Cachorros) del oriente petromacorisano muy parecido con lo que ocurrió con Danilo y Rolando Rivas y en Puerto Rico con los Alomar. Milcíades Olivo era sobrino de los antes mencionados y recordado por un gran duelo el 23 de diciembre del 63 contra Marichal quien perdió una a cero en doce entradas.

George Bell era quien sonaba la campana en Toronto porque la de su hermano Juan no se oía cuando daba las vueltas del trompo de cinco equipos desde el 89 al 95 y murió joven en el 2016.

Los Alou hicieron historia al jugar en el Forbes Field de Pittsburg el domingo 15 de septiembre de 1963 cuando los Gigantes le dieron una paliza 13 a 5 a los Piratas. Volvieron a jugar en un mismo partido el martes 17 del mismo mes en el County Stadium de Milwaukee donde nuevamente los Gigantes acabaron a garrotazos a los Bravos. Pero no fue hasta el 22 de septiembre cuanto en un juego contra los Mets de New York los tres fueron colocados en los file al mismo tiempo. En total jugaron ocho juegos juntos cuando Felipe tenía 28 años, Mateo 24 y Jesús 21. El manager era el famoso Alvin Dark. Felipe en right, Mateo en el center y Jesús en el leftfield tal y como lo hicieron jugando para el Escogido.

A Jesús lo vi más de cerca que a los otros porque el camión que se descargaba de arroz en el Hospedaje se parqueaba en la noche justo detrás del left a unos 25 metros y separados por la pared que Bebecito Martínez había tirado donde se marcaba 365. Los blocks del center decían 385 pintados quizás por Mario Grullón y su ayudante Pepe con un tiralíneas de gangorra, fabricada en Gomorra.

A mi me costaba cinco cheles el bleacher GMC rodante.
La hermandad de los Alou, que no tenía que ver con la de la lanza de los muñequitos de Tarzán, la disfrutábamos más cuando teníamos una gorra roja que había que meterse en el bolsillo de atrás a la salida del play para evitar una ráfaga de gollejos de naranja cuando los leones deflecaban a las cuyayas.

Pascual, Carlos y Mélido Pérez no lanzaron para un mismo equipo al mismo tiempo, pero las payaserías del entusiasmo plataneroso de los dos primeros hicieron que se recuerden como grandes bufones lo que es mejor que las drogas y “violencia doméstica” (o sea, fundazos a su mujer) del miameño José Canseco que borraron “sus hazañas” que también resultaron una patraña fruto del abuso de esteroides. También borraron “su hermandad” con McGuire conocidos como los “blues brothers”. Esa es la gran diferencia con los hermanos Alou que fueron un ejemplo de pulcritud como deportistas que prestigiaron el juego o espectáculo peloteril y se destacaron por su fuerza y habilidades naturales.

De Felipe se imponía su estilo sólido de colocarse en el home. Resaltaba el cocote de boxeador que combinaba con su cuerpo de atleta. Se notaba que era un gran corredor como lo demostró en los juegos Centroamericanos celebrados en México en el 1954. En ese evento Felipe corrió los 200 metros en 23 segundos, los 1500 en 5.6 minutos; el salto largo lo hizo de 5.93 metros; y jondió el disco a 31.59 metros. La jabalina fue a parar a 48.34 metros que le dio el quinto lugar. Para los ll Juegos Deportivos Panamericanos del 1955 participó en el equipo de pelota que le dio el oro al país.

Mateo era completamente diferente: chiquito, sostenido por un par de canillas que producían un caminar a lo Cantinflas y con un bate más grande que él y que agarraba por la mitad. Cuadrado a la zurda en el plato, siempre se esperaba que llegara a primera con un tablazo de línea o por toque, de lo que fue un maestro y lo que le ayudó a superar a Pete Rose para llevarse la corona de bateo cuando ya era un piratico en el año 1966. Fue una lucha titánica que terminó con un promedio de 342 fruto de 183 hits en 535 turnos y 141 juegos. Rose terminó con 313 resultado de sus 205 hits, 654 veces al bate en 156 juegos.

En una ocasión le dieron tantos palos a los Gigantes que se le habían acabado los pitchers zurdos de manera que Herman Franks lo llamó desde el bosque central a la lomita para que apagara el fuego. Era el año 1965, el primero del nuevo manager que reemplazaba a Alvin Dark (1961-64) y en ese juego Mateo lanzó dos innings de 3 hits, una base, 3 ponches y no permitió carreras. Mateo terminó con los Yankees cuando los dueños de los equipos cambiaban los jugadores como nosotros, carajitos, cambiábamos sus postalitas de los chicles extranjeros que tenían todos los numeritos por detrás.

El pequeñín de los Alou jugó con otros leones en Japón durante tres años. Jesús era un animal de galaxia como pelotero y como diría Silvio. Se plantaba delante del queche con el bate, desentendido, retorciendo la cabeza como el que tiene una molestia de tortículis y el pitcher le lanzaba sin que él le hiciera caso hasta que de repente y con la bola casi encima sacaba un swing relámpago que tronaba la bola a casa eR Diablo entre dos jardineros. Esos fundazos le daban para llegar parao a segunda sin mucho afán para fuñir a las cuyayas y alegrar a Marichal.

Como se ve, la vida en pelota es mejor siempre y cuando tengas un hermano, ¿o no? Hay que recordar, sin embargo, que esa hermandad debe darse cuando se ofrece lo mismo. Muy poca gente recuerda a los mellizos Roy y Ray Mantle aunque nadie olvida a su hermano Mickey, uno de los grandes jonroneros del beisbol y un destacadísimo Yankee con quien jugó 18 temporadas. En la prmavera de 1951 usó el numero 6 en su espalda y desde el 52 al 68 hizo famoso al número 7 más aplaudido en las mayores por sus 536 jonrones. Solo el 24 de los Gigantes le hacía una sombrita: Willie Mays, con sus 660 cuadrangulares su sonrisa, caballerosidad y elegancia en el juego.

La otra lista completa, donde aparecen los hermanos que jugaron en un mismo equipo, se puede consultar en https://www.mlb.com/news/brothers-as-teammates-in-mlb-history/c-41133556.

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