El mito de David y Goliat, del débil peleando contra el fuerte, cuenta una historia acomodaticia y retorcida en la que el débil aparece como el fuerte, una falacia,

Cierto es que Goliat, un filisteo, era grande y era fornido, pero David era un hondero, un experto en el manejo de un arma terrible que le dio la victoria a muchos ejércitos. La honda le permitió a David, un pastor de la tribu de Judá, matar a Goliat con ventaja, distancia y alevosía. Lo mató ventajosamente de una pedrada en la frente, con un proyectil que podía y puede ser equiparado a una bala. Anteriormente David había matado leones y osos que amenazaban su rebaño. Goliat nunca tuvo una oportunidad.

Algo parecido sucedió y sucede con los judíos que ocuparon palestina en el siglo XX, entre el pueblo de David y el pueblo palestino, que toma su nombre de los filisteos, del pueblo de Goliat, que vivía en la misma región, la Franja de Gaza y sus alrededores.

Todavía recuerdo a Paul Newman luchando en condiciones tan desiguales contra los árabes montoneros y abusivos en la película Éxodo. Recuerdo la epidemia de películas sobre temas judíos made in Hollywood por los grandes estudios que poseían y poseen los judíos, la incesante apología de todo lo que tenía que ver con la grandiosa lucha de los judíos contra los malos. Los malos de las películas. El hecho es que en los Estados Unidos los judíos se hicieron dueño del cine y el cine judío se hizo dueño de la verdad.

Siempre es la historia de David contra Goliat, siempre están los judíos en condiciones de inferioridad, siempre son los que vencen en condiciones de inferioridad. Hace tiempo que se hicieron dueños de los Estados Unidos, pero todavía parecen estar en condiciones de inferioridad.

Eran ciertamente inferiores en número en el año de 1818, cuando terminó la primera carnicería mundial y los palestinos se libraron de la tutela del imperio Otomano para caer en las garras del imperio Británico, del fatídico “British mandate” (1922-1948), y luego en las garras de los judíos.

Dicho Mandato administraba los territorios que ocupan la actual Jordania y la Palestina propiamente dicha, dividida en dos por el Jordán e integrada hoy por Israel, la franja de Gaza y Cisjordania.

En esa época había unos setecientos mil árabes y unos sesenta mil judíos, pero la Declaración de Balfour y el establecimiento del Mandato Británico dieron lugar a un proceso de inmigración incontrolable. Veinte años después había casi medio millón de judíos.

Los palestinos recibieron en principio con simpatía a los recién llegados y les prestaron ayuda hasta que se dieron cuenta de que se estaban mudando masivamente, ocupando literalmente el territorio. Ocurrió entonces lo que tenía que ocurrir. Los palestinos se sublevaron y fueron aplastados por los ingleses, que movilizaron en su contra todo un ejército, como se dijo en una entrega anterior, y aplastaron la insurrección al cabo de tres años de feroces luchas (1936-1939), en las que «los judíos proporcionaron la mayoría de los escuadrones de la muerte». Todos los levantamientos posteriores serían reprimidos de igual manera, con la inestimable participación de los británicos.

Los judíos eran tan agresivos que incluso se volvieron ocasionalmente contra sus protectores y devolvieron la ayuda recibida con feroces ataques terroristas.

Veamos cómo cuenta Perry Anderson esta historia de Goliat y David:

«Aunque al abrigo del Imperio británico, los colonos judíos nunca estuvieron plenamente en sintonía con él. Las fricciones entre los colonos de ultramar y su base metropolitana constituyen una constante de la historia colonial, desde la Boston Tea Party y el cabildo de Buenos Aires hasta Ian Smith y la Organización de Estados Americanos (4). A diferencia de lo que sucedía en todos los demás casos, la relación del yishuv con Whitehall (5) estaba desprovista de lazos sentimentales de parentesco o de cultura. Con independencia de la anglofilia de algunos agentes de negocios en Londres como Weizmann, para los adustos dirigentes de la propia comunidad de colonos, el pacto entre el colonialismo británico y el nacionalismo judío era puramente instrumental (6). Las tensiones crecieron tan pronto como Londres, en su pretensión de refrenar el descontento árabe, intentó reducir gradualmente la inmigración judía en plena intensificación de la persecución nazi en Alemania. Con todo, la Segunda Guerra Mundial brindó una oportunidad al ala armada del sionismo laborista mayoritario de adquirir bajo mando británico experiencia y equipamiento militar y de asegurarse el apoyo de Churchill para un Estado judío independiente en Palestina, una vez que hubieran cesado las hostilidades (7). Sin embargo, el ala Irgun (8) del sionismo, más radical y mucho más pequeña, comandada por Begin, no esperó a la paz, lanzando una insurrección contra Gran Bretaña en 1944, para furia de Ben Gurión, cuyas fuerzas armadas colaboraron con los británicos para dar caza a sus miembros. Los continuos controles de inmigración después de 1945, cuando toda la enormidad del destino de los judíos europeos bajo los nazis era conocida, obligaron a la Haganah (9) a adherirse a la estrategia de la Irgun. Durante un año, Gran Bretaña tuvo que enfrentarse a una sublevación colona en toda regla; y pese a que el sionismo laborista, acobardado por las enérgicas contramedidas británicas, llamó al cese de la contienda en agosto de 1946, la Irgun y los LHI (10) no se dieron nunca por vencidos. Para la primavera de 1947, Gran Bretaña había traspasado su Mandato a las Naciones Unidas».

(Perry Anderson, «Precipitarse hacia Belén»).

Lo que no cuenta Perry Anderson es que el 22 de julio de 1946, la mencionada Irgún, una organización terrorista cuyo jefe era Menachen Begin (futuro premio Nóbel de la Paz), voló el Hotel King David de Jerusalén, el cuartel general de la administración británica, matando a 92 personas, la flor y nata de sus oficiales.

Los británicos, “viendo que la situación se les iba de las manos” anunciaron inmediatamente su “deseo” de finalizar el mandato y procedieron a su retirada en mayo de 1948. Fueron, pues, los judíos los que inauguraron y siguen practicando el terrorismo en Palestina.

Notas:

(4) Maxime RODINSON señaló esto tiempo atrás: Israel: A Colonial-Settler State?, Nueva York, 1973, pp. 64-65.

(5) Calle de Londres en la que se ubican un gran número de ministerios de la Administración británica y que se utiliza frecuentemente en sentido figurado para referirse al gobierno del Reino Unido. [N. de la T.]
(6) Para algunos agudos comentarios sobre el grado de comprensión por parte de Weizmann de los ingleses, véase David VITAL, Zionism: the Crucial Phase, Oxford, 1987, p. 163. Jabo- tinsky, tal y como observa este autor, era menos sentimental y más perspicaz: p. 365.

(7) El viejo sionismo de Churchill se basaba en creencias raciales, no religiosas. En 1937, expresó de forma inequívoca sus opiniones acordes con el darwinismo social a la Comisión Peel, comparando a los árabes palestinos con el emblema proverbial del egoísmo envidioso en el mundo animal: «no comparto la idea de que el perro de un pesebre tenga el derecho último sobre ese pesebre, aunque pueda haber estado echado allí durante mucho tiempo. No acepto ese derecho. No acepto, por ejemplo, que se haya cometido una gran injusticia con los pieles rojas de América, o con la población negra de Australia. No acepto que se haya cometido una injusticia con esta gente por el hecho de que una raza más fuerte, una raza de categoría superior, una raza con más mundo, por así decirlo, haya llegado y haya ocupado su lugar». Véase Martin GILBERT, Winston S. Churchill, comp. vol. 5, 3a parte, Boston, 1983, p. 616.

(8) Organización militar sionista de derechas, nacida en 1931 de la creciente insatisfacción entre las filas del sionismo radical con la actuación militar de la Haganá [véase nota 9]. Su nombre completo es Irgun Zui Leumi, que en hebreo significa «Organización Nacional Militar». Durante el período en el que estuvo activa (1937-1948), llevó a cabo ataques terroristas contra la población árabe (y en ocasiones también contra el Mandato británico) dentro de una campaña en pro de la constitución de un Estado judío en la tierra de Israel; fue disuelta en 1948 tras la creación del Estado de Israel. [N. de la T.]

(9) Tza Haganá Le Israel: organización militar «popular» creada en 1920 por los mismos funda- dores de la Histadrut [véase nota 26] como una fuerza armada nacional subordinada a un liderazgo político electo y autorizada a emplear su potencial militar en defensa de los intereses del pueblo judío. Aunque tanto para británicos como para árabes constituía una entidad ilegal, un grupo armado clandestino, el yishuv la consideraba un ejército popular de pleno derecho y, en efecto, pronto se revelaría como antecesora de las Fuerzas de Defensa de Israel. [N. de la T.]

(10) Lohamei Hirut Israel, que en hebreo significa «combatientes por la libertad de Israel». Grupo armado fundado por Yitzhak Shamir y Eliyahu Giladi en 1942, sucesor directo del grupo Stern (facción extremista radical de la Irgun capitaneada por Abraham Stern) y especializado en el asesinato de personalidades clave como forma de presión en pro de la creación de un Estado judío. [N. de la T.]

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