Urbano Gilbert se indignó al ver su patria pisoteada por la injerencia extranjera
Guarocuya y Chamorro entraron a la imprenta Alpha y Omega un día cualquiera a las 10 de la mañana en punto, como si acudieran a una cita con un general. Eran los últimos días de la ofensiva sandinista a finales de los años 70 en Nicaragua contra los Somoza. Aquí, en Santo Domingo, se había formado el Comité de Solidaridad con Nicaragua presidido por el dr. Guarocuya Batista, exrector de la UASD y con el apoyo de un joven periodista de apellido Chamorro, descendiente del conocido Pedro Joaquín.
Miguel Cocco los recibió y después de la introducción obligatoria recorriendo los campos de batalla y sin dejar de mencionar a Carlos Fonseca Amador y a Tomás Borges, nos llamó, a Amaury Villalba y a este escribidor. El tema ahora pasó al grano: el libro de Gilbert. El libro inédito de Gregorio Urbano pretendía conseguir más solidaridad para los sandinistas y recolección de recursos con la obra del dr. en Filosofía y Letras graduado en 1956 en la Universidad de Santo Domingo que una vez fue “gavillero”, aunque usted no lo crea. La presencia de Amaury y mía tenía que ver con la realización de la portada cuyo título era “El Héroe y yo”.
Me atreví a sugerir que el mismo no comunicaba y que no bastaba el nombre de Gilbert que hasta ese entonces era casi un desconocido. Propuse que se cambiara por “Junto a Sandino” lo que evitaría el YO “pecador”. Destacar a Sandino en el titulo era más lógico comunicacionalmente porque ya era una figura muy conocida y querida en nuestro país desde que Ercilia Pepín lo acogió como bandera y se solidarizó con sus esfuerzos patrióticos. Ello influenció, en su tiempo, para nombrar el primer equipo de pelota que luego fue cambiado por Santiago para arribar a Las Águilas Cibaeñas. La resistencia de Guarocuya se sintió cuando argumentó que había que respetar el título original del autor, aunque poco a poco cedió para aceptar una mezcla de mi propuesta con la ya existente: “Sandino y yo”. Finalmente se aceptó mi señalamiento argumentado en mi experiencia de sintetizar y concretizar ideas que aprendí con los afiches del catalán Josep Renau. Amaury haría la portada.
Ese libro es el que da a conocer con amplitud en nuestro medio, el nombre y participación de Gilbert que hasta entonces se le tenía como “un loco que le entró a tiro a los gringos de la ocupación en el muelle de San Pedro” y ya. Tal y como se ve en la película muda “The Great Train Robbery” de Edwin Porter cuando el actor Justus D. Barnes dispara al público directamente desde la pantalla igualito que “el dólar” de frankalmánzar (así, todo junto y en minúscula).
Después de ser perseguido por “gavillero”, capturado en Montecristi y casi fusilado, Gilbert se fue a Nicaragua en el 1927 donde Augusto Nicolás Calderón Sandino dirigía “el ejército loco” de 30 guerrilleros que no aceptaban la imposición del Congreso para que Adolfo Díaz fuera el Presidente del país.
“César” Sandino tenía mucha influencia de la ideología de Haya de la Torre quien había fundado un movimiento político, el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Sandino asumió como propio los cuatro principales postulados de De la Torre:
- Acción contra el imperialismo norteamericano.
- Nacionalización de empresas extranjeras.
- Internacionalización del Canal de Panamá.
- Solidaridad con todos los pueblos del mundo.
Pero Gilbert lo acompañó solo hasta el 1929 cuando regresó por la convulsión que se había creado aquí en el intento de Horacio Vásquez de continuar en la silla hasta el 1930, dos años más que su mandato.“…El señor Gral. Horacio Vásquez, lo repetimos, es un ciudadano con suerte, nacido en una época de audaces oportunismos en la cual hasta el tamaño físico tenía su influencia en el destino de las gentes, ni totalmente ignorante, ni totalmente sabio, un hombre como casi todos los de entonces: buen conocedor de los caminos reales, de los compadres de todos los compadres, y con ese algo de ambición y de anhelo de llegar a disponer del mando y del poder, como quien se apodera de algo, que era patrimonio de los hombres de entonces…” decía Tomás Hernández Franco.
“El ejército loco” de Sandino crecía y crecía sin la ayuda que los liberales le habían ofrecido y el supuesto apoyo mexicano que no vino nunca.
Aunque la ocupación norteamericana llegó a su fin en el 1932, obligada a carabina, Sandino cayó en tremendo gancho al firmar un Acuerdo de Paz con el presidente Sacasa. Ya el embajador Arthur Bliss Lane y Anastasio Somoza, nuevo comandante de la Guardia Nacional, habían elaborado un plan para siquitrillarlo, para repetir la historia de Zapata, y si lo queremos entender mejor, como le hicieron a Manolo Tavares Justo y como le hicieron a todos los que pactan con “el Diablo”.
Si hoy conocemos a fondo la importancia de Gilbert se debe principalmente a su libro y a su exaltación, con las grandes limitaciones, que ha tenido la limitada izquierda dominicana. No se puede negar. Ni siquiera cuando se habla del Estado Mayor de Sandino se menciona a Gilbert aunque aparece en más de una foto con su sombrerazo a lo Tom Mix. No hay que confundir nuestro Gilbert con Ernest Gilbert el autor de la estatua de Colón en el parque de igual nombre.
Durante la Era de Trujillo, Gilbert asumió un bajísimo perfil y solo se le volvió a ver cuando se adhirió a Caamaño, moralmente, quien a su vez lo reconoció como lo que fue: un hombre que ama a su pueblo.
Ojalá que su reconocimiento como “héroe” y su traslado al Panteón Nacional no sea un acto más de la politiquería que aprovecha a nuestros héroes sin asumir ni sus filosofías ni integra sus principios a los programas de sus partidos.
Gilbert fue un hombre sencillo que se indignó al ver su patria pisoteada por la injerencia extranjera. Si asumiéramos, aunque fuera solo ese punto, daríamos un paso enorme como país independiente y soberano y Don Gregorio reposaría en mayor paz.
Y si queremos que verdaderamente descanse en paz sin la mínima perturbación, no tardaríamos un día más en sacar del Panteón al indeseable, traidor, bultero y asesino Pedro Santana.
Arresto
Luego de ser perseguido por gavillero, capturado en Montecristi y casi fusilado, Gilbert se fue a Nicaragua en el 1927”.