En 2019 los restos mortales de Francisco Franco fueron exhumados y trasladados desde el Valle de los Caídos hasta el cementerio de Mingorrubio, ubicado en las afueras de Madrid. El propósito del traslado respondía a lo expuesto en Ley de Memoria Histórica de 2007 impulsada por José Luis Rodríguez Zapatero y a la restitución de aquellos que fueron enterrados en el faustuoso mausoleo, de ambos bandos contendientes en la Guerra Civil, junto al dictador. Casualmente, hacía unos años que los restos de Rafael Leónidas Trujillo habían sido trasladados hasta ese mismo campo santo, ofreciendo una imagen cuanto menos curiosa que invita a reflexionar en términos comparados sobre ambos regímenes. El de Franco, quien se mantuvo en el poder entre 1939 y 1975, y el de Trujillo, que comprendió los años 1930-1961.
Se trataba de dos dictaduras basadas en un fuerte personalismo, en la que destacaba por encima de todo la concentración personal del poder y la instrumentalización del partido oficialista por parte de ambos dictadores. Tras la derrota de las potencias del Eje, el régimen franquista parecía una excepción en el campo Oeste del Telón de Acero (solo equiparable al de Portugal). No obstante, una mirada a América Latina y el Caribe nos podría ayudar a comprender mejor dos gobiernos que presentaban algunas similitudes importantes, aunque también diferencias.
En lo que al estado se refiere, no queda la menor duda de que el español era a la altura de 1939 un ente político consolidado, cuyos orígenes se remontaban al primer tercio del XIX cuando tuvo lugar la ruptura con el Antiguo Régimen tras la muerte de Fernando VII –sin olvidar la Constitución de 1812 y el breve experimento político del Trienio Liberal que tuvo lugar entre 1820 1823. A ello ayudó sin duda la estabilidad de las fronteras peninsulares, que habían permanecido inalterables (salvo pequeñas excepciones como Gibraltar y Menorca) desde la Paz de los Pirineos de 1659 y la paulatina conformación de un mercado nacional.
El caso de la República Dominicana resultaba más complejo. Durante el siglo XIX, la ocupación haitiana y la Restauración, el caudillismo o la falta de cohesión económica de la isla provocada por la falta de infraestructuras internas, podrían citarse como algunos de los factores que contribuyeron a mermar la robustez del aparato estatal dominicano. La intervención norteamericana que tuvo lugar entre 1916 y 1924 supuso un punto de inflexión hacia la consolidación definitiva del Estado y la formación de un mercado nacional, aunque no fuera más que un efecto colateral de los intereses geopolíticos estadounidenses que habían motivado numerosas intervenciones a lo largo del Caribe. Por otra parte, el otrora temido país vecino, había dejado de suponer una amenaza militar.
Si bien es cierto que en España existe un importante debate historiográfico acerca de la debilidad del proceso nacionalizador durante el siglo XIX, este ha estado muy condicionado al deseo de comprender la fortuna de otras identidades nacionales en el país y de la comparación con el resto del entorno europeo. No obstante, no es menos cierto que el discurso nacionalista español había transitado un largo recorrido a la altura de 1936 y había tenido tiempo de vincularse a un sinfín de corrientes políticas, tanto a izquierda como a derecha. Por otra parte, la población presentaba unos rasgos culturales, religiosos y lingüísticos relativamente homogéneos.
Así pues, y dado que legitimidad de origen del régimen franquista se debía al triunfo militar en la Guerra Civil, el discurso nacionalista fomentado desde el poder se basó en la exclusión política tanto de liberales como de izquierdistas y la exaltación del catolicismo como rasgo común del hispanismo. A fin de cuentas la contienda había sido librada por una heterogénea coalición de elementos conservadores y contradictorios entre sí que únicamente compartían el deseo de poner fin al “caótico” régimen de la II República. Así pues, la práctica política de la posguerra se fundamentó en el arbitraje de las facciones que habían apoyado el levantamiento, sobre las que Franco se consiguió posicionar como árbitro.
En el caso dominicano, el discurso nacionalista decimonónico se había conformado en torno al ideal del campesino criollo y presentaba una contradicción irreconciliable con un país mayormente mestizo (algo estudiado en profundidad por Michiel Baud, entre otros). En este caso, la tarea nacionalizadora del trujillismo se orientó a la búsqueda de una genealogía del pueblo dominicano que le permitiera a este diferenciarse en su conjunto del rasgo africano propio de sus vecinos haitianos, necesaria para la conformación de un poder dictatorial moderno. Autores como Arturo Peña Batlle y Joaquín Balaguer señalaron que la esencia dominicana se encontraba en la mezcla del elemento taíno y español, diferenciándose así de sus vecinos haitianos. Se podría decir que estos autores, en esencia, estaban incorporando los elementos racistas que tan en boga estaban en la época. Por otra parte, el huracán de san Zenón permitió a Trujillo presentarse ante el pueblo dominicano como un salvador de la patria. Diferente era también la cuestión liberal, mientras que Francisco Franco se opuso decididamente al liberalismo en el contexto de su mayor crisis ideológica en Europa, Trujillo siempre cuidó mantener las apariencias de un régimen liberal y una alternancia ficticia en el poder.
Ambos regímenes compartieron elementos propios de la revolución conservadora, que anunciaban la llegada de una nueva era. Aunque en la práctica, se trató en ambos casos de mera retórica, que además se fue diluyendo a partir de 1945. Es cierto que estos dos regímenes presentaban fuertes similitudes: la concentración personal del poder, la creación e instrumentalización de un partido hecho a medida de sus intereses, la heterogeneidad e indefinición ideológica, etc. Pero como podemos ver, el franquismo se erigió como un revulsivo frente a la tradición política del Estado liberal que había llevado a la Segunda República, definiendo la españolidad mediante la persecución y el señalamiento de los enemigos internos (nacionalistas, liberales, sectores de izquierda, etc.). Por otra parte, en la República dominicana era el deseo de diferenciarse de Haití y presentarse como una nación que pronto alcanzaría el desarrollo lo que condicionó en mayor manera sus avatares políticos.
Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World”. This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC.