Los seres humanos somos prisioneros de la vida, de la geografía y de la ignorancia. Puede que haya otras prisiones como el cuerpo humano mismo al que le encontramos defectos si no encajamos con los patrones establecidos. No nos conformamos con nuestra carrocería y así nos planchamos el pelo, realizamos cirugías innecesarias que a veces nos ponen a sonreír moviendo una oreja, o hablamos como ventrílocuos sin mover los labios, nos inyectamos pelos en la calva por orgullo, vanidad y baja autoestima. ¡Ay Samy Sosa!… qué muchacho, tan rico y tan pobre.

El chantaje forzado puede ser otra prisión.

La vida nos trae como le da su gana y muchos no tienen el privilegio de nacer en una familia con todas las comodidades. Tampoco nadie quiso nacer en un barrio pobre de un país pobrísimo. Y a eso la mayoría se adapta para sobrevivir y, la minoría, para usar esa pobreza que casi siempre viene acompañada de ignorancia.

Eso no es nuevo porque así ha sido desde que el mundo es mundo.

La prueba es que se escribió, sobre el fenómeno, hace muchísimos años, por allá cuando a Colón le dio con “descubrir” lo que hace tiempo estaba descubierto. Pero nadie se burló como lo hizo Desiderius Erasmus van Rotterdam en pleno Renacimiento.

Erasmus, que estudió teología y se convirtió en uno de los filósofos más notables de su tiempo, escribió su obra cumbre conocida como “Elogio a la locura” o “Elogio a la estupidez”, que es una mala traducción en ambos casos, porque no es lo mismo ser loco que estúpido y menos necio. El título original dice Moria encomium sive stultitiae laus. El moriae, viene del griego al latín y es necedad. Encomium es elogio. Hubo un tiempo en que el libro fue publicado como “Elogio a la Necedad” que es el que mejor corresponde a su obra de 228 páginas.

El libro fue publicado por primera vez en 1511 cuando Erasmus contaba con 45 años y se había zafado del claustro y del rigor de la educación, de la que consiguió el título de doctor en Teología.

Aunque le ofrecieron diversos puestos para enseñar en las universidades, los rechazó todos porque “…con lo que gano en la imprenta es suficiente para vivir”, decía.

Esa independencia lo convirtió en uno de los mayores librepensadores y le permitió criticar y burlarse de tantos “filósofos”.

La imprenta fue una de sus mejores escuelas y en ella aprendió, cuando tradujo del griego, una obra de Luciano de Samosata con un contenido satírico que le animó a burlarse de las supersticiones de su tiempo y satirizar la corrupción de la Iglesia católica, lo que influyó para que Tomas Moro y Calvino se “revoltiaran” e impulsaran la Reforma Protestante y las nuevas “religiones” que aparecieron
Muchos son los temas que Erasmus abordó, pero el más sobresaliente es el que lleva el título de la obra: la necedad o la estupidez.

Según Erasmus, la estupidez ha acompañado al ser humano a lo largo de la Historia. Él explica que el amor es el deseo de tener algo y ese algo, en el filósofo, es el saber.

El ignorante cree que tiene un saber sin tenerlo y por eso vive de la opinión, la doxa, o sea del chisme.
La estupidez se alaba a sí misma.

Las variadas estupideces determinan los capítulos en el libro, así, el capítulo l trata de la Estupidez misma vista por ella. “… todos me cultivan y me cuidan y gozan de mis beneficios…”

“Mientras la estupidez esté presente en el individuo, este es más feliz”. Cree ser sabio sin serlo mientras que el filósofo busca el saber porque sabe que no lo tiene. Y nunca para de buscar explicaciones y respuestas a las interrogantes que continuamente le aparecen. “Solo sé que no sé nada”, se venía diciendo desde la Grecia antigua para explicar que una sola vida no es suficiente para lograr saberlo todo.

El ignorante dice falsedades, pero él cree que son verdades, se acompaña de la vanagloria para elogiarse (o tirarse sus “selfies”) y de la adulación, y, ambas, para alimentar su ego, mejor conocido como el elogio a su propio ombligo que es el centro del universo. El otro tipo de ignorante tiene algunos conocimientos que varía según le paguen para hacerlo. Un allantoso clásico.

El capítulo 2 versa sobre la estupidez en la vida. Se centra en el “error del matrimonio y en su afán de procrear sin poder criar”.

La ignorancia en el niño lo hace feliz, lo que termina con la adultez, salvo pintores, poetas que no toman la vida en serio y no perdieron su lado niño para continuar jugando.

El capítulo 3 trata de la estupidez en la sociedad. Los amigos, en su hipocresía, cierran los ojos y “no ven” los defectos de sus amigos. Entre ignorantes la amistad es más fuerte, se ven los vicios del otro como virtudes.

El pensador, al no encontrar semejantes, se queda sin amigos y queda condenado a la soledad.

El capítulo 4 habla de la estupidez en la política. No hay sociedad ni alegre, ni estable sin la estupidez por el engaño y la adulación presente en la relación pueblo-príncipe, siervo-señor, criada-amo, discípulo-maestro, amigo-amigo…

El escritor Stefan Zweig describe a Erasmus así:

“Es difícil imaginarse a este hombre docto de joven, montando a caballo nadando y practicando esgrima, bromeando con mujeres o acariciándolas, azotado por el viento o el mal tiempo, hablando y riendo en voz alta. Al ver este rostro de monje, fino, un poco en conserva, seco, uno no puede evitar pensar involuntariamente en ventanas cerradas, estufas, libros llenos de polvo, noches de insomnio y días saturados de trabajo. Ningún calor, ninguna energía emana de este semblante frío (…) Se trata de un rostro de un hombre que no vive en la vida sino en el intelecto y cuya fuerza no se encuentra en todas las partes de su cuerpo sino únicamente en la osada bóveda que alza tras sus sienes. Indefenso ante la realidad, la fuerza de Erasmo está en la capacidad de su cerebro (…) Durante horas puede contemplarse este cuadro y su callado silencio, pues en el símbolo de Erasmo trabajando ha eternizado Holbein la sagrada seriedad de cualquier trabajador de la mente, la invisible paciencia de todo verdadero creador…”.
Erasmus influenció a los existencialistas de teoría rígida y seria.

Ilustraciones del libro por Holbein.

Fue pintado por Hans Holbein, Quentin Massys, y dibujado por Durero.

Las ilustraciones de su libro son grabados en madera de la autoría del mismo Holbein.

Con Erasmus se pone en prácitca el arte de Adoxografía, o elogio de las cosas sin valor, ¿no es lo que vivimos hoy con el “arte contemporáneo” y con la “música” urbana?

“La vida sin estúpidos es una sombra”. “Dichosos los necios y pendejos si conocen la felicidad”.

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