Ibeth Altagracia Guzmán Crespo nació en el interior del país y tuvo acceso desde muy pequeña a los libros y a todo el universo que la literatura pudo abrir ante el asombro de sus ojos infantiles, según su propio relato, tuvo una infancia feliz, sin demasiados conflictos y gozó de la complicidad de un padre que, además de ser un ávido lector, pretendía “cuidarla” de ciertos libros, como El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde, lo que solo sirvió para avivar su curiosidad sobre esa obra. Ibeth es además una reconocida académica, directora de la Escuela de Lenguas, en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra, miembro de la Academia Dominicana de la Lengua y autora de varias obras, entre ellas un libro de microrrelatos titulado Tiempo de pecar, en el que explora diversos temas como el sexo y otras formas del pecado con absoluta libertad y una creatividad que capta el interés del lector y lo sumerge en cada narración.

Cuéntenos dónde nació, dónde creció, en qué colegio cursó la primaria, dónde cursó el bachillerato y en qué universidad se graduó y cuál fue el título que obtuvo.
Nací en el Cruce de Guayacanes, un pueblo que está ubicado en el corazón de la Línea Noroeste. Allí hice mis primeros estudios en la escuela primaria Melitón Sánchez. La secundaria la cursé en el entonces Liceo Secundario Cruce de Guayacanes, que hoy lleva el nombre de mi mamá: Altagracia Victoria Crespo. Mi Alma Máter es la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). De allí egresé como Licenciada en Educación Mención Filosofía y Letras.

Además de ese ¿qué otros títulos académicos tiene?
Soy máster en enseñanza del español como Lengua Materna y como Lengua Extranjera por la Universidad de Alcalá de Henares, un Doctorado en Estudios del Español, Lingüística y Literatura por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) y un Posdoctorado en Investigación Científica en el Instituto Universitario de Investigación, Ciencia y Tecnología Inudi Perú.

¿Cómo comenzó su relación con los libros y con la literatura?
Tuve la dicha de crecer en un hogar lleno de libros. Mi padre era lector y los libros fueron un puente comunicativo muy sólido entre nosotros. Teníamos una complicidad cuando él me hablaba de sus lecturas que me transportaban a un universo donde solo existíamos él y yo. Recuerdo una vez que escondió El retrato de dorian Gray en su closet bajo llave. Mi madre le preguntó por qué no lo llevaba a El Seibo junto a los demás. Él le dijo con cierta alarma, es que Ibeth lee todo lo que está ahí. En mis años de universidad, él hacía todo lo posible por cubrirme las demandas de la bibliografía académica.

¿Cómo es su relación con la Academia Dominicana de la Lengua?
Es un vínculo que anhelé desde la adolescencia y ahora me encuentro en el más genuino placer de colaborar y formar parte de sus integrantes. Tanto Bruno Rosario Candelier como Rita Díaz ne han recibido con mucha calidez en esta entidad que es como mi hogar académico.

¿Cuáles son sus autores favoritos y cuáles los que más han influido en su manera de escribir?
Creo que como caribeño, uno empieza con un vínculo muy estrecho con escritores de estilo realista con sus respectivo destello social en la narrativa. Creo que porque como dominicanos nuestra realidad nos sobrepasa con sus gigantes cas desigualdades. Por eso un Juan Bosch, Juan Rulfo y García Márquez siempre van a resonar en nuestro inconsciente creativo. Y mujeres escritoras son las que más me han sacudido, cuando leí a Delia Weber, a Aída Cartagena, a Sor Juana Inés y a Juana de Ibarborou ya más nunca pude ser la misma. Y aun hoy las siento como un sustrato activo en esa pulsión creativa que mueve al escribir.

¿Cree usted que para ser un buen escritor hay que ser obligadamente un buen lector?
No lo concibo de otra manera. Porque la palabra es un regalo de la evolución humana a partir del cual podemos comunicar nuestros instintos animales. La expresión creativa es una maquinaria que requiere alimentarse de sus construcciones más elevadas. No imagino a un buen arquitecto que no haya estudiado las grandes edificaciones de la humanidad.

¿Cómo es su método de trabajo cuando escribe una obra literaria?
La presión y la angustia… Creo que llega un momento en que algo rebosa dentro de mí y tengo que sacarlo. Hay un momento en que lo único que puedo hacer para vivir mejor es escribir. Y hay un lado mío al que solo puedo acceder a través de la literatura. Así que el método es ayudar a que la escritura salga de la cárcel de la cotidianidad.

¿Qué consejos les daría a los jóvenes escritores?
Trabajo constante y valentía. La escritura nos da la oportunidad de aportar aunque sea una minúscula aproximación del mundo multiforme que existe fuera de nosotros. Y esa manera de verlo puede parecer insignificante, pero siempre es necesaria.

La lectura
…la palabra es un regalo de la evolución humana a partir del cual podemos comunicar nuestros instintos animlaes”

Escritoras
Las escritoras que más me han sacudido, cuando leí a Delia Weber, Aída Cartagena y Juana de Ibarbourou ya nunca más pude ser la misma”

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