De joven, pertenecer al mundo del arte no estaba dentro de sus planes. Pero la vida ya lo tenía pautado en su destino. A sus 17 años un amigo lo invitó a una charla que el destacado artista puertorriqueño Arnaldo Rocha impartiría en la universidad, donde aún no estudiaba. Allí conoció y quedó impresionado con este maestro de la plástica boricua que, por casualidades de la vida, en aquel momento necesitaba un ayudante, a lo que Walter se ofrece sin pensarlo dos veces, convirtiéndose en su mano derecha y más adelante, con la madurez y experiencia que dan los años, en su estudio manager y agente. “Poco a poco, algo que dormía dentro de mí comenzó a despertar. Por ejemplo, al pararme frente a una obra de arte se me erizaba la piel… Este tipo de experiencia, sumada a muchísimas más, me permitió conocerme a fondo; lo que me gusta y lo que no. Es entonces cuando comienzo a indagar por cuenta propia, a estudiar la historia del arte y a nutrirme de este maravilloso mundo”, nos dice Otero, quien estuvo de visita recientemente en el país, invitado a un conversatorio sobre su accionar.
Los inicios de tu galería datan de 2003; cuéntanos un poco sobre su devenir en el tiempo…
Desde un principio me propuse ser distinto, no quería que Walter Otero Gallery fuese igual a las demás. Comencé a trabajar con artistas ya establecidos y luego de haber hecho un nombre incluí a los emergentes. Una fórmula que en su momento fue criticada por muchos pero que me dio el resultado deseado… Siempre nos hemos mantenido a la vanguardia, abiertos al mundo, lo que nos motivó en 2013 a dar un paso más allá con la creación de Walter Otero Comtemporary Art (WOCA), que contempla un espacio más grande, proyectos mucho más sólidos y de corte internacional. Adicional a las exposiciones, nuestra programación incluye conversatorios, charlas y talleres con críticos, escritores e historiadores. Hemos gestionado exhibiciones para otras instituciones locales y extranjeras, y realizamos actividades para levantar fondos e impulsar la carrera de artistas emergentes, que es lo que llamamos mecenazgo, gestión cultural y educativa.
Como galerista, ¿cuál consideras tu elemento diferenciador?
Cuando un galerista maneja varios artistas, definitivamente debe ser diferente. El afamado galerista italiano Leo Castelli creó un sistema donde protegía al artista y su obra, educaba al coleccionista. Con los cuadros bajo su brazo viajaba por el mundo mostrando los trabajos que representaba. Ser galerista no es colgar un cuadro en la pared y venderlo. Es educar, encontrar una persona que sepa lo que está comprando, que lo aprecie. Creo que aquí radica el éxito.
Se habla del arte como inversión…
¿Que el arte se convierta en una inversión? ¡Qué bueno! Comprar arte es lo mismo que “comprar” cultura, patrimonio, intelecto, líneas de pensamiento… Y si al mismo tiempo es un artista con una gran obra, carrera y representación, de seguro será una buena inversión.
En los últimos años hemos visto a la figura del galerista cobrar mucho más protagonismo…
Así es. Yo era de los que pensaban que el galerista era una especie de motor, de esos que sólo se escuchan pero no se ven, pero entendí que el mundo ha cambiado, mucho más ahora con las redes sociales y el marketing… A la gente le interesa conocer el milagro y el milagrero, ambos a la vez.
¿Qué te mueve a seguir en el mundo de arte?
Vengo de un medio donde el arte no tenía mucha importancia, no existía. Y tras conocerlo y entender su valor es de mi interés educar al pueblo, ya que el poder más grande que podemos darle al ser humano es la educación; una de las bases fundamentales para que una nación crezca. Por eso, mi objetivo durante los últimos tres años ha sido lograr una combinación entre crecer personalmente, a lo interno, y que la masa me conozca, porque mientras a más gente llegue voy a poder lograr esto, y quizás, vender más cuadros.
La recompensa de vivir de esto…
Me llena de satisfacción que un cliente me diga que ver por las mañanas un cuadro que le he vendido “le hace el día”. Cuando alguien me dice algo así siento que estoy en el camino correcto. Pues, en mi caso particular, el arte me salvó la vida, y no al extremo de la muerte. Digo esto porque luego de estar envuelto en este mundo, amo más, quiero más, soy más sensible… Tengo un corazón que se siente bien ayudando a los demás.
Satisfacción
En 20 años de carrera me siento orgulloso de internacionalizar el arte de mi país; obras que hoy día valen miles de dólares y son de gran significado para nuestra cultura
e historia”.
Sueño
Mi deseo es unir el Caribe, que seamos una fuerza. Somos un puente vital entre Estados Unidos y Latinoamérica. Podemos maximizar este potencial que tenemos”.