¿Por qué Da Vinci no ilustró el Quixote?
El Quixote, como México, siguió escribiéndose con X tanto en español como en las lenguas extranjeras a las que fue traducido.
Mis primeras lecturas fueron en los “comics”, muñequitos o paquitos y aunque influenciado por las vaqueradas del cine, no leí novelitas de Estefanía porque no tenían ilustraciones, aunque con magníficas portadas ilustradas a los Frederick Remington o Charles Russel.
La obra de Cervantes no estaba a nuestro alcance en Amantes de la Luz cuyo control y rigidez del encargado desestimulaba al más bonito. Preferí leer y releer un enorme diccionario que estaba en las mesas, siempre listo, diría Baldivieso, el jefe de los “scouts”.
Estoy seguro que, sin cuestionar para nada la genialidad de Cervantes (¿quién soy yo para tal empresa?), las ilustraciones de Gustave Doré contribuyeron o fueron un atractivo para leerlo. Y a muchos se nos quedó la idea de que Doré es el ilustrador de esa obra.
En las escuelas no se conocía a pesar de que Balaguer se la daba de ser un gran seguidor de las letras españolas. No se dignó ni siquiera a hacer una edición para nuestra educación ni siquiera porque tenía a su lado, aunque en Uruguay, a Antonio Fernández Spencer, uno de los intelectuales de más vuelo, aunque muchas veces fuera sobre el nido del Cucú.
En una de las primeras ediciones inglesas, el francés Charles Antoine Coppel lo ilustró como se hacía por ese entonces, 1725, con grabados.
En 1756 el famoso artista londinense William Hogarth realizó seis planchas para otra edición. No hay que confundir este Hogarth con Burne Hogarth, el ilustrador de Tarzán de Edgar Rice Burroughs.
Así, aumentan las ilustraciones, en la medida en que el libro se convierte en lectura obligada por la comicidad de las aventuras narradas.
El español Antonio Carnicero lo ilustró en 1780 y en 1863 aparecieron dos ediciones con dibujos de John Vanderbank y por primera vez, la que sería la más conocida y difundida, por Doré, un pintor mejor conocido por sus grabados y por una foto que le hizo Nadar, cuando retratarse rascándose el ombligo, se puso de moda.
En 1866, Arthur Boyd Houghton publicó una “comical drawing”, o versión cómica en Londres.
¿Qué era lo que hacía que este libro fuese tan leído? Más que el mensaje, que puede tener múltiples lecturas, de la vasta experiencia de vida de Cervantes al exponerlas cuando tenía 60 años, prima la buena narrativa como un cuento largo y los hechos jocosos cotidianos, que hasta ese momento nadie se atrevía a tocar. Y los editores lo sabían.
Guerrero de la libertad, trotamundos, justiciero, don Juan, y muchos otros son los resúmenes que se hacen. Yo agrego, y creo que es el más importante: el ser humano es un copión, por eso avanza el mundo. Copiamos el lenguaje de nuestros padres, queremos ser pintores porque un vecino tenía un taller, el otro quiere ser ingeniero porque mi tío me dijo que eso deja, y los Quijotes que leen quieren ser caballeros, y todo lo que les indique lo leído con pasión. Nadie puede ser escritor sin apasionarse por la lectura, y nadie puede ser libre sin lectura y con infancia infeliz. Seguiremos en alguna entrega sobre locos y psicoanálisis.
La fascinación por Sancho Panza es parecida a la identidad que tienen los campesinos cuando se les cuenta las peripecias de Pedro Animal y Juan Bobo que nos llegaron de España ante de la anexión del 1861.
En el 1879 y con litografía coloreada, el catalán Apeles Mestres lo ilustra aunque solo se conozca en la vieja Madre Patria.
Un caricaturista que se conoció por su oposición a la “Gran Guerra”, William Heath Robinson también se inspiró en la novela del Manco o de Saavedra, que es el apodo que le dieron a Cervantes en su prisión de Marruecos. Sus dibujos datan de 1897 y fue tan bien acogida que los editores hicieron una segunda edición en 1902.
El ilustrador Walter Crane hizo un aporte en una edición de 1898.
Como una forma de atraer a los niños, Tom Browne lo publicó en forma de “comic strip”, viñetas, lo que Pedro de Rojas intentó para 1905 y al estilo de Hergé autor de Tintín. Aquí se conoció en la “Correspondencia Militar” en época del Presidente Espaillat y de Lilis.
Cronológicamente, cada cierto tiempo, aparecía el Quixote con un nuevo ilustrador: en 1912 Thomas Derrick, 1914 Walther Klemm, 1921 Gordon Browne, 1926 Gus Bofa, 1930 Felix Lorioux y Mcknight Kauffer y 1935, en Italia, se dio a conocer la versión ilustrada por Piero Bernardim.
Y aunque usted no lo crea, como Robert Ripley, el japonés Serizawa Keisuke convierte a Quixote en un samurái del siglo XXVll.
Me cuenta Lincoln López, que Bosch lo leyó 21 veces lo que demuestra que leer muchas historias de caballería te transforma en un Quixote ya sea para andar por el mundo, proponer una democracia sin corrupción, que es una perogrullada, o para inventarse las aventuras que de la imaginación le llegaran, aunque su Sancho no esperara hasta el final para reclamar su ínsula.
Otros ilustradores desde 1894 a 1999 lo fueron Hans Müller, Jacques Touchet, Edy Legrand, Antonio Traverso, José Segrelles, Roc Riera Rojas, Sacha Brodsky.
En el 2011 Rob Davis hizo un comic en dos volúmenes y lo siguió, en 2018 Roberto Weil.
Existe, lo más reciente y digital, una versión con ilustraciones de Daniel Belchi Lorente.
Aparte de todos estos ilustradores, el Quixote más sencillo y más conocido es el que hizo Picasso que fue inspirado en los óleos de Honoré Daumier, una serie considerada como obra maestra del genio humano.
Lionardo Da Vinci no lo ilustró porque murió en 1519 y el Quixote salió en 1605 y 1615 la segunda parte.
No dudamos que pueda surgir una versión con aventuras nuevas hecha en la República del Cibao y seguro que la eternidad de Quixote hará que nuevos ilustradores se inspiren en futuras
generaciones.
Spencer, que era un gran admirador de Cervantes y del Quixote, decía, hablando de la jerarquía en el arte y en las ciencias y poniendo de ejemplo las novelitas de Corín Tellado: “…Cervantes fue hombre de pensamiento egregio. Doña Corín fue una señora menos que mediocre. Miguel de Cervantes supo con la experiencia de su extremada pobreza levantar un monumento de libertad y de amor a los hombres con el Quijote, y Doña Corín Tellado alcanza riquezas y comodidades materiales vendiendo durante su larga existencia páginas escritas que contribuyen a empobrecer la sensibilidad y la inteligencia de sus lectores. La obra de Cervantes es ejemplo de arte insuperable, y, en cambio, la escritora opaca solo ejerce una usurpación en el mundo de la novela…” Pero Spencer, que fue un admirador del arte y que partió en el 1995, no presenció lo mismo que el describe en el campo de las artes con la aparición del “arte conceptual” o el “arte contemporáneo” porque a pesar de lo dicho sobre la escritora, ella poseía un cierto “talento”, cosa que carecen los que se engancharon al arte por la misma razón y que seguro no figurarán en la lista de los que en un futuro ilustrarán la obra del magno escritor. ¿Y cómo?