No ha descuidado la promoción de su novela, Fe Luna, el periodista y escritor Eduardo Álvarez, hoy cónsul en Hong Kong, China, quien construye un universo narrativo en el que la familia aparece como “el microcosmos de la sociedad global” del que hablara Salvador Minuchin, corroborando incógnitas y enigmas que sólo el tiempo logra despejar, debido a ese cúmulo de secretos fundamentales y comprometedores, analizados de manera exhaustiva por Iván Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark en su archifamosa obra “Lealtades Invisibles”, lectura obligada para los estudiosos de la psiquiatría y la piscología de todo el mundo.
Una relación incestuosa entre “el tío Horacio” y la bellísima “sobrina Fe”, destruye el ambiente utópico de una acomodada familia de Esperanza, municipio de Valverde, que se descubre tras lo que en principio se estimó como un secuestro con violación y maltratos físicos para la joven, de apenas 15 años. Un embarazo complica las cosas.
Álvarez ambienta su relato en los años convulsos que siguieron a la muerte del dictador Trujillo en 1961, por lo que los hechos donde el “seductor” fue condenado a veinte años de cárcel y “la seducida” sacada del entorno esperanceño están permeados por el panorama político.
Hacen tres años comentábamos por aquí que en el trayecto novelístico de Fe Luna se van derribando muchos altares, y que “el tío Horacio”, quien conoció a la “sobrina Fe” durante los días tórridos de la “seducción”, no fue el monstruo que de él logró formar ante la sociedad el “tío Mon”, también pretendiente de la irresistible quinceañera.
Ambos habrían sido víctima del “Benefactor de la Familia”, quien gracias a su dinero estaba por encima del bien y del mal, todo un “Tío Sam” o un “Gran Hermano”, como diría Orwell.
Pese a que las víctimas reconstruyen sus vidas en Ecuador y Puerto Rico, no pueden curarse de sus remordimientos hasta que Grecia, la sobrina inteligente, logra que ambos hicieran sus catarsis esclarecedoras 30 años después. Fe Luna amerita mejor atención de lectores y críticos.