Al entrar enero, precisamente el mes que la historia registra el nacimiento de Juan Pablo Duarte, el Instituto Duartiano reaccionó indignado por una imagen del patricio expuesta en un parque de Pedernales, que según alegaba, tergiversaba su figura. Lo triste del asunto es que el rostro que la misma entidad promueve como la del Padre de la Patria tampoco se corresponde con la del hijo de Juan José Duarte y Manuela Diez, considerado como auténtico inspirador de la Independencia Nacional.
Desde hace años hemos abogado para que la auténtica fotografía de Duarte, la que le tomó el fotógrafo venezolano Próspero Rey en Caracas, tres años antes de morir en 1876, sea la que se difunda ante las nuevas generaciones. Pero ocurre que el mismo Instituto Duartiano, al denunciar la falsedad de su imagen, la que promueve es el retrato dibujado por el pintor Abelardo Rodríguez Urdaneta, que como demuestran varias investigaciones, la realizó mirándose al espejo.
Tanto la escritora Ilonka Nacidit como el historiador Manuel Núñez coinciden en que la imagen más difundida de Duarte es un autorretrato de Abelardo, mientras la auténtica, la del fotógrafo Rey, hasta la retiraron de la moneda en que se mantuvo por décadas. “Duarte es Abelardo”, llegó a escribir la autora.
El Instituto Duartiano debe entender que no se debe combatir una tergiversación con otra. Incluso, el falso rostro de Duarte pintado en la patria chica de Tony Pérez y Carlos Julio Féliz viene a ser sucedáneo del dibujado por Rodríguez Urdaneta. Tras la protesta se sustituyó el rostro de Duarte que no es por otro que tampoco es, así se hace muy poco para que la figura del fundador de la Trinitaria se conozca con autenticidad.
Los duartianos y todos los que nos duele este país, debiéramos promover el verdadero rostro de Duarte. Una mirada comparativa a los rostros de Urdaneta y Rey revela que no se trata de la misma persona. Uno es mofletudo y el otro enjuto. Nuestro interés es que prevalezca la verdad.