El estudio del duelo es uno de los grandes aportes que ha hecho la psicología a la comprensión humana. El duelo es ese proceso necesario que se vive tras la pérdida de un ser querido, que provoca una reacción muy especial cuando el doliente es artista o poeta, como es la realidad de Oquendo Medina, autor de libros de diversos géneros que hemos comentado por aquí con anterioridad. La trágica muerte de su esposa hace dos años le ha conducido a una catarsis poética, dando como resultado el poemario Tristísima despedida.
Llorar, expresar con palabras el sufrimiento, fantasear que todo fue un sueño, es parte del duelo. Mis colegas psicólogos aseguran que el duelo hay que vivirlo con todas sus consecuencias, desahogarse y gritar por todo el dolor que corroe el mundo interior. Al año de la pérdida, el paciente empieza a curar, pero hay quienes sostienen que hay duelos perpetuos, cuando quien ha partido es un hijo, de quien se esperaba, por razones biológicas, marcharía después que los progenitores.
Ocurre que Mayra Minaya, la compañera de toda la vida, ha dejado al poeta en soledad, pero acompañado de los gratos recuerdos de lo que fue su estadía terrestre en compañía. Es por eso que en medio del duelo, Oquendo le agradece por todo lo vivido. “Gracias del alma/ por los años que pasamos juntos en esta vida…”.
El autor continúa su canto de gratitud en medio del duelo, con la fructificación del amor. “Gracias del alma/ porque de un beso en tu vientre creció una flor/ y de esa flor/ con el correr del tiempo/ surgió otro fruto más pequeño/ inmensamente encantador/ y risueño”.
El duelo poético llega a la comprensión: “Gracias del alma/ muchas gracias, amada mía. Sé que mis ojos jamás volverán a verte/ durante los años que me quedan. / Que solo podré observarte/ a través del espejo de mis sueños. / A pesar de mi tormento, tengo que darte/ siempre las gracias/ por haberme convertido en tu alma gemela”.