Marzo es el mes de la mujer, lo que hace propicio reencontrarnos con los textos de Duleidys Rodríguez Castro y Lauristely Peña Solano, nacidas en los ochenta, poetas, seguidoras de Joaquín Sabina e inmersas en las redes sociales, como toda la gente del mundo global.
Una mirada serena a sus poemas arroja que, con todo y la correspondencia en cuanto a lo estético, separa diametralmente la manera en que asumen la sexualidad en este entorno dominicano donde la lujuria suele expresarse en el lenguaje de la calle sin la menor oposición de leyes, educación y cultura. En los textos podría observarse una contradicción entre el feminismo y la femeneidad.
En Abyecta, poemario de Peña Solano, la escritora se rebela en contra de la cultura sexual dominicana, sobre todo en la manera que nuestros hombres cortejan a las mujeres que, en un feminismo radical, considera ofensiva. Es así como en el poema Deberes, dedicado a Micely Díaz, dice que ante las voces de los varones “me dan ganas de agarrarlos por el pene/ darles vueltas, así como descocotan a una gallina/ y luego colgarlos del techo”. Desea ponerlos “en posición cangrejo extrema/ mientras con una piedra mágica/ les machaco, una y otra vez los testículos”.
Nadie podría negar la obscenidad de piropos como “sácale cédula que ya está grande”, o “tanta carne y yo en cuaresma”, referidos por Lauristely. Pero, nacida en un mismo país, la poeta Rodríguez Castro habla muy diferente del otro sexo. En Diré fuego, texto que da título al poemario, canta: “Ven a mí como se viene al campo pisoteando flores/ Ven a mí como se vuelve a la patria, ajeno y maltrecho./ Enjuíciame./ Hace tiempo ya del destierro, de este duelo contigo./ De la cruel intriga, de la huida, pero ahora ven./ Mídete conmigo”.
Diferente a la voz feminista, la femenina grita: “Quisiera, naturalmente, confundirme con él,/ Esbozar un triángulo,/ Subirme la falda y jugar,/ Cara o cruz”. Se trata de dos poetas con visiones diferentes, respetémoslas.