Temas tan actuales como “el pensamiento político actual”, “la ética en la administración pública”, “política y corrupción”, “política y bajeza” hasta llegar al análisis de las redes sociales con sus secuelas de disensiones, intercambios, debates y “asesinatos morales”, son enfocados, entre otros afines, por el periodista y narrador salcedense Rafael Santos, con los que se propone, según explica, motivar la participación ciudadana en la búsqueda de solución a los males colectivos y la profesionalización de la actividad bautizada por Aristóteles y definida por Duarte como “la ciencia más noble después de la filosofía”. Nociones de políticas contemporáneas: Cómo se hace política en un país tercermundista, trae prólogo de Jaime Francisco Rodríguez; comentario de Francisco Peña; presentación de Franklin García Fermín; semblanza de Francisco Miguel Herrera y epílogo de Luis Córdova.
El tema de mayor actualidad es el de las redes sociales, en el que Santos advierte que pese al provecho que los profesionales de la comunicación podemos sacarles, es digno de preocupación y “hasta de cierto temor”, el uso que multitudes le dan al recurso tecnológico, manejado “por personas que todavía no han entendido, o no quieren entender” su parte positiva para el individuo y la sociedad.
El autor lamenta “la cruel manera de cómo muchos de los asiduos “cibernautas” han escogido las diversas plataformas como un espacio para destruir imágenes con diatribas, pleitos, tiraderas de puntas (¿puyas?), crear rencillas, proferir insultos, colocar imágenes violentas o porno, en fin, mostrar la cara fea de diversas situaciones y no la que debe primar en una sociedad que desea transitar el camino del desarrollo”.
Probablemente la mayor contribución de libros como el de Santos sea la toma de conciencia para enfrentar problemas como los planteados, en lo que tal vez haya que modificar algunas legislaciones. No es justo que con el pretexto de la libre expresión se permitan de manera impune la injuria, la difamación y el daño a la sanidad mental de los niños. El mal que no se castiga se fomenta, he dicho.