Una conmemoración como la del 16 de agosto, Día de la Restauración de la República, es propicia para rendir culto al ritmo popular dominicano que ha servido de acompañamiento al devenir nacional, con todas sus angustias y alegrías, hoy de luto por la partida de uno de sus más genuinos cultivadores, Johnny Ventura.
La vasta documentación contenida en el ensayo El Merengue: Historia y secretos, del periodista Rolando Hernández Martínez, avala el criterio de que sin el contagioso género musical no es posible concebir la dominicanidad. El autor se empeña en demostrar que nuestra música es una verdadera expresión del sincretismo cultural de las razas y las etnias que constituyen la identidad criolla.
Con prólogo de su colega Adalberto Domínguez, el autor que “hoy por hoy, el merengue, no es solamente un elemento de integración social, sino que representa el símbolo de la identidad nacional dominicana”, que incide en todos los rincones del país y sus valores son ensalzados por las mayorías. “Este género musical ha pasado por diferentes etapas de transformación, y ha servido de armazón musical a las alegrías, las penas, las quejas, los logros sociales, las decepciones y aspiraciones del pueblo dominicano”.
Un epígrafe que sigue a las palabras de agradecimiento es un pensamiento del fenecido escritor y político Juan Bosch, en el que afirma que el “merengue es parte de la patria, porque fue creación del pueblo, y si los que amamos la patria no quisiéramos ver agotados sus lagos y ríos, ni secas sus playas, ni destruidas sus montañas y desarbolados sus valles; tampoco queremos que llegue el día en que ninguno de sus hijos sepa qué fue el merengue, cómo se bailaba esa música, que durante muchos años nos identificó a todos los dominicanos, como partes de un mismo pueblo, así como la cueca identifica a los chilenos, el tango a los argentinos y el corrido a los mexicanos”.
El Merengue: Historia y Secretos se lee como un grito por el rescate del alma musical de los dominicanos.