Luis Santiago Bonifacio Bueno, originario de Loma de Cabrera, Dajabón, pero hijo reconocido de Consuelo, San Pedro de Macorís, debió recorrer el país como un correcaminos desde el momento que se negó a continuar en el Ejército Nacional tras cumplir el tiempo reglamentario para “realistar”, en 1956, cinco años antes del asesinato del dictador Rafael Trujillo.
Bonifacio Bueno cuenta en sus memorias publicadas bajo el título El hombre que se le escapó a Trujillo, que desertar del Ejército Nacional en los tiempos de la dictadura significaba que quien tomaba esa decisión era perseguido a muerte, como ocurrió con el emblemático caso de Enrique Blanco.
Hijo de Francisco Antonio Bonifacio Estévez e Isaura Bueno Carrasco, ingresó a la guardia a los 18 años en 1949, y ante la negativa de los superiores a darle su baja por propia solicitud, se atrevió a desertar, convirtiéndose en un perseguido del régimen. “Cuando salí, me sentí como un pájaro escapado de una jaula. Solo que ahora tenía que vivir una vida escondido de mi propia familia y obviar la persecución del Ejército. Eso significaba que, desde ese momento en adelante, yo era un desertor”, refiere, agradecido de Dios porque pudo vivir para contarlo, ya que tres soldados desertores de entonces fueron capturados y ejecutados sumariamente.
Compelido a ocultar su identidad, viviendo como un paria en montes y parajes donde lograba obtener pan y agua, le sorprendió la muerte de Trujillo el 30 de mayo de 1961. “Contar la historia como un mortal que tuvo la oportunidad de vivir, observar y llevar las estadísticas de tantos hechos peligrosos, habiendo pasado por la llama de fuego que representaba la dictadura de Trujillo y estar vivo y en salud, es una hazaña grandiosa, que solo ha sido posible por la misericordia de Cristo nuestro redentor”.
Bonifacio Bueno, según sus memorias, recorrió pueblos como San Francisco de Macorís y Haina, hasta recalar en Consuelo, donde llegó a ser alcalde, tras alinearse con Peña Gómez, fenecido líder del PRD.