Ningún politólogo dominicano, entre los que se destacan Leonte Brea, Wilfredo Lozano, Rosario Espinal y César Pérez, por solo mencionar algunos de los más destacados, se ha motivado a estudiar por qué en el imaginario colectivo de la dominicanidad reina la idea de que entre los dos partidos tradicionales de los Estados Unidos el Demócrata es el “bueno” y el Republicano es el “malo”.
Periodistas amigos míos que han profesado posiciones consideradas, en el lenguaje maniqueo de las ideologías como “progresistas”, siempre defienden a los llamados demócratas de la gran nación del Norte, mientras combaten fieramente en sus escritos a los republicanos. En procura de establecer el origen del mito sobre la “bondad” de uno y la “maldad” de otro en la política norteamericana, con respecto a relaciones con la República Dominicana, he pasado semanas revisando las decenas de libros existentes en nuestra biblioteca con estudios sobre el tema, con resultados sorprendentes.
Ocurre que Charles Sumner, el senador norteamericano que se opuso a la anexión de República Dominicana a los Estados Unidos durante el gobierno de Buenaventura Báez, era republicano. También lo fue su nieto Sumner Welles, autor de la La viña de Naboth, obra en la que censura la actitud expansionista de su propia nación y defiende el derecho a la autodeterminación del pueblo dominicano.
La extraña preferencia de muchos dominicanos por los “demócratas” frente a los “republicanos” de los Estados Unidos choca con la realidad de que las dos veces que esa potencia ha invadido nuestra nación, en 1916 y en 1965, el partido que ha estado en el poder es el Demócrata, situación que debe ser tomada en cuenta en los actuales momentos, cuando nuestro presidente Luis Abinader ha tenido que reivindicar el derecho de esta nación a imponer sus leyes migratorias.
Las leyendas de “el bueno”, “el malo” y “el feo”, fueron convincentes en una taquillera película de hace varias décadas. A nosotros nos convence más la amistad de Trump que la de Obama y Biden. Luego explicaré por qué.