Cualquier dominicano que vivió los años revolucionarios de la postdictadura trujillista, en las últimas décadas del siglo XX, y más quien tenía inquietudes artísticas y culturales, recuerda al Freddy Ginebra de Casa de Teatro. La vieja casona colonial de la calle Monseñor Meriño era el punto de encuentro de la juventud pensante, sobre todo de la clase media que abogaba por cambios positivos en la sociedad, marcada por los conflictos políticos universales característicos de esa era conocida como la Guerra Fría.
En un escrito publicado en la revista católica Rayo de Luz, edición correspondiente al presente mes, titulado Destrucción de la Creación, Ginebra se revela como un joven pensador de 80 años. Expresa la preocupación que debe embargar a toda persona de sensibilidad humana, el destino de la sociedad, en esta era de cambio climático, inteligencia artificial y el “dios mercado” convertido en factor determinante por encima de todos los valores.
El uso de la tecnología para el fomento de la perversión y el derrumbe de los principios que dieron sentido a la familia, el altruismo, la amistad y la buena vecindad, figuran entre las preocupaciones de ese ciudadano afable, a quien recordamos dándonos la bienvenida a “la Casa” una tarde cualquiera de los años 80, época en la que el merengue alcanzó una aceptación histórica nacional e internacionalmente, mientras se aplaudía por primera vez la marginada bachata, en las voces de Juan Luis Guerra, Sonia Silvestre, Luis Días y Víctor Víctor.
“Vivo en el asombro constante intentando pasar desapercibido en un mundo que, en lugar de caminar hacia la paz, se perfila constantemente hacia la guerra y la destrucción”, reflexiona Ginebra. Reconoce que con el celular ha perdido la libertad y le asusta “el mundo que dejaré a mis hijos y nietos, el desamor que se vende en todas las vitrinas y la pérdida de valores que intentan igualarnos”. “¿Hacia dónde vamos?”, se pregunta, aferrado a la fe en un Jesús, presente en todas partes, oculto para las víctimas de la ceguera inducida.