Preocupaciones muy humanas, cada vez más frecuentes en la gente pensante de todo el mundo, son las que recrea el ingeniero y escritor José Espinosa Féliz en su novela La extraña obsesión de Waldo Tenerife, la primera que publica, después de haber dado a la luz obras en otros géneros. Aunque el argumento comienza con la muerte de Melfy, esposa del personaje central, la narrativa se desarrolla hasta el final con la obsesión del protagonista por encontrarle sentido a la vida para escapar al suicidio, para el que no tenía actitud ni aptitud.
Waldo Tenerife es un dominicano con preocupaciones globales. Todo un hombre de la era posmoderna, sometido al bombardeo de informaciones sobre el cambio climático, el calentamiento global, el advenimiento de pestes permanentes como la pandemia del coronavirus que afecta al mundo, sin que se descarte el exterminio de la misma raza humana.
Entre la ficción y las teorías en boga del transhumanismo, el personaje de Espinosa Féliz, “junto a un grupo reducido, se había sometido al primer experimento que la ciencia, basada en las investigaciones de la tecnología de punta, había logrado en torno a la suspensión temporal de la vida, a través de la conservación de la carne y la cesación de los demás órganos del ser humano”.
El sueño del señor Tenerife era entrar a la muerte para el reencuentro con su amada Melfy, pero con la garantía de que podría volver a la vida. Al fin logra su objetivo en un lugar de paz absoluta. “En aquel sitio, donde el tiempo estaba abolido y todo era paz y belleza, en especial junto a su Melfy, Waldo deseó con toda su alma quedarse para siempre”, y no retornar a las incertidumbres de la tierra.
Pero en la novela vuelve a la vida en el año 2060, “con sesenta y dos años, los mismos que tenía cuarenta años atrás”. Encuentra a Santo Domingo transformada, con taxis aéreos. Ahora Waldo era como un hermano menor del mayor de sus hijos.