Con los escritores Luesmil Castor Paniagua y José M. Cruz hemos comentado el auge de la temática mágico-religiosa en la nueva narrativa dominicana, lo que viene a reafirmar teorías de reconocidos sociólogos sobre el arraigado sincretismo cultural de la dominicanidad. Son autores de las obras El ojo del hechizo y En algún lugar de Villa Mella, respectivamente, en esa misma vertiente. Hace un tiempo comentamos aquí la novela Gandé, de Mónica Galleano, que ambientada en la frontera domínico-haitiana, relata la tragedia de un niño convertido en zombi y vendido a una demoníaca red de hechicería. René Peguero Rodríguez trabaja el tema en El hombre de las siete vidas. Antes reseñamos Historias que parecen cuentos, de Nicanor de la Rosa, con descripciones cercanas al realismo mágico, cultivado por Alejo Carpentier en su novela El reino de este mundo.
Los textos mágico-religiosos surgen en todas las regiones dominicanas. Secundina Mesa Ortiz, profesora de Bonao, en el mismo corazón del Cibao, publicó el libro Otros mitos de mi gente, con relatos como Pacto con el diablo, Las brujas y los niños, El mal de ojo, El Bacá y La venta de los muertos. En tanto que Jacinto Sención Mateo, de San Juan de la Maguana, en el Sur, inicia sus Cuentos con sabor a pueblo con Supersticiones, donde una madre, como en un cuento de Gabriel García Márquez, una madre presiente lo que va ocurrir en la familia.
Más recientemente, Amarilis Cueto, economista y narradora de San Pedro de Macorís, lanzó su libro El despertar de Ogún, donde recrea escenas con Ogún Balenyó, Metresilí, Santa Marta La dominadora y otros personajes de la santería. Por el mismo camino va la escritora y pedagoga Deisi Marte, de Monte Plata, con su novela El desfile de las cabezas, cuya protagonista es una bruja retirada atrapada en las intrigas de un político en busca de reelección.
El sociólogo Dagoberto Tejeda, en su prólogo a Cruz, valora el fenómeno como una reacción contra el racismo y los prejuicios ideológicos. ¡Debate pendiente!