República Dominicana y Venezuela han vivido, desde sus orígenes como naciones, hermanadas por la geopolítica. Lo que ha ocurrido con los regímenes de ambos pueblos no le ha sido indiferente a dominicanos y venezolanos. Por algo el Padre de la Patria quisqueyana escogió para exiliarse la tierra del gran libertador Simón Bolívar. La solidaridad entre los hermanos caribeños ha estado presente tanto en la alegría como en el dolor. Hay coincidencias en la gran cantidad de escritores e intelectuales que además se dedicaron al complejo mundo de la política.

Política y literatura acercaron a los expresidentes Rómulo Gallegos, venezolano, y Juan Bosch, dominicano. Ambos fundaron partidos hermanos como Acción Democrática (AD) y Partido Revolucionario Dominicano (PRD), corrientes que contribuyeron a llenar el lago del socialismo democrático en América Latina. El primero ganó las elecciones con un histórico porcentaje de 80 por ciento de los sufragios en 1948, derrocado tras nueve meses de gobierno; el segundo resultó victorioso en 1962 con un 59 por ciento y derrocado a los siete meses del cuatrienio.

Gallegos, autor de novelas trascendentales como Doña Bárbara, se mantuvo en la misma línea política hasta su muerte en 1969. Bosch, creador de La Mañosa y cuentos antológicos de la lengua española, desertó del PRD, tras el fallido intento de imponer la tesis de “dictadura con respaldo popular”, y fundó el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en 1973.

A los dominicanos del presente no debe sorprenderles que seguidores de Bosch, como Leonel Fernández, apoyen la “dictadura con respaldo popular” de Nicolás Maduro. Su mentor, coronel Hugo Chávez, se identificó con esa tesis, tiempo después de intentar darle un golpe de Estado al presidente Carlos Andrés Pérez, de la misma línea de Gallegos. Bochistas y chavistas son aliados históricos, como han sido los perredeístas (hoy perremeístas), y los adecos, (hoy en corrientes democráticas).

El rechazo del presidente Abinader a la dictadura venezolana es tan coherente como el respaldo que le brinda Fernández. Es tiempo de definiciones. La ambivalencia sería más que despreciable.

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