Al entrar este mes de julio la comunidad intelectual hispanoamericana conoció la noticia de la muerte de un escritor cubano en el exilio que utilizó su pluma en el combate de las ideas, ganando prestigio por sus posiciones bien definidas en política y economía. Desde su juventud se enfrentó a la dictadura comunista de Fidel Castro, lo que le obligó a huir de su país, con un largo periplo por Puerto Rico, Santo Domingo, Miami y Madrid, capital española donde murió el pasado 30 de junio, víctima de una extrañísima enfermedad familia del Parkinson, pero sin los temblores.
Desde los inicios de los años 90, tras el derrumbe de la Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS), Montaner fue bautizado por la izquierda latinoamericana como uno de “los tres chiflados” del neoliberalismo, junto al colombiano Plinio Apuleyo Mendoza y el peruano Álvaro Vargas Llosa, quienes ponían al desnudo las fallidas ideologías izquierdizantes en el Continente.
La falta de creatividad de “los izquierdosos”, como les llama el escritor dominicano Aquiles Julián, los lleva a culpar al sistema capitalista y al imperialismo norteamericano de todas las miserias materiales y espirituales de los llamados países del tercer mundo. A ese simplismo se enfrentaban Mendoza, Vargas Llosa y Montaner, con su libro Manual del perfecto idiota latinoamericano.
Más recientemente publicaron El regreso del idiota y Últimas noticias del Nuevo Idiota Iberoamericano. Montaner y sus compañeros pudieron vivir para analizar fenómenos como la Cuba de los Castro, la Venezuela de Chávez y Maduro, el Brasil de Lula, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, los Kirchner en Argentina, Mujica en Uruguay y Ortega en Nicaragua, representantes del denominado “socialismo del siglo XXI”.
Montaner murió sin cristalizar su ilusión de retornar a su Cuba querida, de la que debió salir en plena pubertad para preservar la vida, en peligro por el régimen en el que originalmente creyó, convenciéndose luego de que se convertía en la más peligrosa dictadura latinoamericana. Ahora nos quedan sus escritos, como testimonio de una época de sueños libertarios.