Para muchos el 2020 será recordado como un “año apocalíptico” por los nefastos fenómenos mundiales, la pandemia del coronavirus en especial, que en el caso dominicano se combinó con el proceso electoral que destronó al otrora “invencible” Partido de la Liberación Dominicana, “noqueado” en las urnas por el joven Partido Revolucionario Moderno, que encabezado por el hoy presidente Luis Abinader ha virado las instancias del poder, con resultados que la población espera con grandes expectativas en todos los renglones de la vida nacional. Eso no ha detenido la producción literaria, pese al poco estímulo oficial, con temas que buscan la trascendencia espiritual como los que cultiva el poeta Ricardo Delmonte Espaillat en su poemario Alucinaciones Teológicas.
Delmonte Espailltat, nacido en Santo Domingo en 1959, retoma el verso clásico abandonado por el vanguardismo que estremeció la poesía desde finales del siglo XIX y principio del XX hasta nuestros días, acercándose al estilo de Unamuno en sus Cantares, sucedáneos de misticismo de Juan de la Cruz, Juana Inés de la Cruz y Teresa de Jesús. Pero también entra en las preocupaciones existencialistas de la condición humana. “Nace, crece, se reproduce y muere,/ Patética y biológica verdad,/ Es la bioquímica que nos hiere,/ Caminamos por tétrica heredad”.
El prologuista destaca la actualización filosófica del autor, por el poema Juicios a Harari, inspirado en el flamante pensador israelí. “Buscar sentido a ese fatal contexto, / Nos plantea una gran encrucijada,/ Sigo solo epicúreo pretexto,/ o visito a Platón en su morada”. En la misma dirección coincide con el criterio de la responsabilidad humana para decidir o escoger. “El hombre como creador de ficciones/ Es binomio, de causa y consecuencia,/ ¿Somos efecto de otras ilusiones?/ ¿Quién las tuvo?, le pregunto a la ciencia”.
En el texto Amar es el plan, está convencido de que, en este “valle de lágrimas”, un poder superior protege al creyente: “Una mano amorosa nos apaña,/ En nuestros errores cual aprendiz,/ Su amor y ternura no admite saña/ La vida se hizo con final feliz”.