Hace apenas dos años reseñábamos aquí la concurrida y emotiva puesta en circulación en Yamasá de tres libros autoría de los escritores monteplateños Gumersindo de León Rafael, Freddy de León Bello y Edgard Reyes. La alegría de aquella vez quedó oscurecida la semana pasada por la partida del poeta Reyes, a la edad de 56 años, en medio de la presente caravana de la muerte que azota al mundo y particularmente a nuestro país. El poemario dejado por el bardo fallecido está titulado La otra luz, la de la noche, con reiteradas construcciones estéticas que evocan su condición de no vidente, obligado a utilizar el tacto como recurso para percibir la realidad circundante.
En el texto Mi razón de ser humano, expresa: “Yo no conozco el destello,/ mas conozco algo más bello,/ la tibia temperatura,/ de una mano con ternura/ que me acaricia el cabello./ Yo no conozco colores,/ mas conozco los rumores/ de los besos y latidos,/ el olor y los sonidos/ de la brisa y de las flores./ Yo jamás he visto el cielo,/ pero sí conozco el vuelo/ de un ave que día tras día,/ susurra una melodía/ de delirios y de anhelos./ Yo jamás he visto el mar,/ más conozco el susurrar,/ del agua por las quebradas,/ y la canción entonada/ por las olas al llorar./ Yo nunca he visto la luna,/ pero tengo la fortuna/ de tocar la primavera/ en la brisa pasajera/ que adormece la laguna./ Yo nunca te he visto hermano,/ pero aquí tiene mi mano,/ mi espíritu y mi amistad,/ es mi solidaridad,/ mi razón de ser humano”.
El poema Yo en cambio solo quiero, parece anticipar su despedida: “Les dejo a ustedes/ los resplandecientes jardines de mi infancia,/ el día con sus abalorios,/ las atalayas y las constelaciones./ Yo en cambio solo quiero/ volver a soñar con una mano/ que me decía adiós desde la tarde/ y morir desnudo en el mar de la memoria”.
Adiós poeta, ojalá encuentres ahora las luces que te negó la vida.