La visión cibaeña de solucionar los problemas de salud se enfocó en París para formar médicos que respondieran a las necesidades de la población de entonces
Para llegar al home hay que pasar por primera, segunda y tercera bases. En Santiago, si llegas al HOMS, seguro que anotas. Esto se convierte en una máxima de referencia en la medicina de Santiago de los Caballeros, capital del Cibao.
La evolución médica del país y del Cibao tiene una larga historia, como lo recogió, con el entusiasmo de la pasión, el dr. Rafael Cantisano, y como lo reseña semanalmente en su columna vecina a la nuestra, en el suplemento Cultura de este diario, el dr. Herbert Stern.
Aquella población de apenas cinco mil y pico de habitantes, en el Santiago antiguo, se curaba por la ley “del más fuerte que sobrevive” a las enfermedades o se cura con miel de abeja, limón y yerbas.
La visión cibaeña de solucionar los problemas de salud se enfocó en París para la formación de médicos que respondieran a las necesidades de la población de entonces. Y esta, a su vez, contó con la filantropía y generosidad de personalidades que dominaban la economía, pero que no eran ajenas a los males del pueblo santiagués.
Contó Santiago con numerosos contribuyentes preocupados por su gente en una lista que llenaría este escrito, pero que no puede excluir a don José Batlle Filbá, un comerciante de Mataró, Barcelona, cuyo nacimiento coincidía con el de nuestra Independencia. Se sumaron a ese impulso altruista Juan Manuel Glas, los Tavares, Vegas, Bonelly, De Peña y Reynoso, los hermanos Deschamps.
Muchos eran empresarios con un alto concepto patriótico y preocupación social: Pedro Francisco Bonó, Ulises Francisco Espaillat, los Franco Bidó, más militares que comerciantes, el propio Luperón, etc.
La llegada del dr. Arturo Grullón, Pablo Dobal, Eusebio Pons fue clave para que la medicina diera un gran salto.
Hoy día no vivimos las epidemias y enfermedades leprosas, viruelas, tuberculosis de cuando el hospital era una casucha dentro de la Fortaleza San Luis, en tiempos de la anexión, o la habilitación con algunas camas en la Iglesia Mayor. Y, menos del Hospital San Rafael de 1891 al lado del cementerio Municipal como precaución y vía expresa para enterrar juyendo los muertos del contagio. La COVID-19 ha sido más letal que cualquiera, debido al espacio mundial que ha cubierto.
Santiago creció con sus pequeñas clínicas privadas por el mal estado de los hospitales. Tanto el Cabral y Báez como el Grullón que nunca acaban de terminar, una remodelación indefinida e infinita, aunque sigan los proyectos jugosos de obras en otras áreas menos urgentes.
Don José Batlle no solo estaba involucrado en aumentar sus riquezas como próspero comerciante con establecimientos en Europa y América, sino que fue determinante en el programa de modernización emprendido por el presidente Heureaux y que hoy sus detractores le acusan de extorsión, cuando los documentos hablan con claridad del empeño e iniciativas de “Don José en contribuir en esa tarea gigantesca de salir de las manigüeras incertidumbres para solidificar una sociedad de paz, orden y progreso: Pacificar el país, en lema del presidente puertoplateño”.
Don José se unió a la Iglesia, a los masones y al Estado en su afán de progreso en el país que al final eligió como el suyo y que lo recuerda en un panteón del Cementerio Municipal de la calle 30 de Marzo.
El Hospital Metropolitano de Santiago es, sin duda, un espacio que llena de soluciones a la altura del mejor y casi una continuidad de esa línea de pensamiento. Con una construcción supermoderna, que culminó en el 2008 por la insistencia y tenacidad del dr. Rafael Sánchez Español y de la mano del arq. Julio Rivera Lee. El apoyo de la PUCMM fue fundamental, a la que se unieron el ing. Manuel Estrella Cruz, Félix García Castellanos, José Clase Martínez, Ángel Rosario Viñas, José Hazim Frappier, Carlos Sully Bonelly, Fernando Capellán Peralta, José Ramón Brea, la Corporación de Zona Franca Industrial de Santiago y el Aeropuerto del Cibao. Todos en el mismo trayecto histórico de don José Batlle de manera indirecta, pero lógica.
La conducción de este espacio para la salud se hace con los más altos niveles de profesionalidad y con aplicación de prácticas y métodos a nivel de los más avanzados conocimientos del saber de la medicina contemporánea.
He recibido allí, luego se ser ingresado por la COVID-19, para ser testigo de lo que afirmo: un cuerpo médico dividido por áreas que sostienen reuniones de evaluación constante para determinar el proceso que siempre termina en un éxito, salvo las excepciones que no vencen a la Parca.
Lo ideal sería tener un sistema de salud que esté al servicio de la población en general, de acuerdo a los conceptos y definiciones del Estado democrático y de derecho que reza en nuestra Constitución. En espera de su actualización, otros actores, con visión de avanzar y concretizar sus ideas en proyectos reales, se lanzan y crean sin sueños de laureles.
Teníamos que pasar por esta calamidad generalizada para entender lo mal preparados que estamos, que las inversiones públicas, además de fortalecer la economía como elemento motriz de base al desarrollo no puede descuidar la salud. Necesitamos obreros sanos para la construcción, campesinos fuertes para que se cultive la yuca, mujeres en lozanía para rendir en el trabajo que desempeñan. Con enfermos y muertos la economía no funciona, necesitamos una población sana, tanto corporal como espiritualmente. Y es este último, el papel de las artes y buen desempeño de un Ministerio de Cultura que se dedique a ello. La buena música, el buen arte y baile, el folclore y la espiritualidad religiosa deban ir en paralelo con la buena satisfacción de la panza.
¿Cuántas clínicas pequeñas que existen en los pueblos deberían tener, aunque guarde su privatización, el buen apoyo del presupuesto del Ministerio de Salud y suministro de medicinas de manera regular?.
¿Cuántos médicos son orientados para que concluyan su carrera en función del grosor y necesidades de la población? ¿Tenemos que esperar una pandemia para entender que en materia de salud invertimos menos que en Guardia Nacional y Marina de Guerra?
El Cibao, que es la región más rica y productiva del país, no cuenta con los sistemas de reinversión proporcional a esa posición. Parecería que las regiones están condenadas a mantener a la inmensa demografía capitalina, suministrarle bienes que no produce. Como para que no se caiga ese odioso tren burocrático improductivo, aunque sea un buen mercado de consumo.
En el pasado había celos políticos justamente por este desequilibrio. Y quizás eso mismo le rondaba la cabeza a los Restauradores para establecer el gobierno en Santiago, cuando se instalaron en la Casona de Meliná Charrier o Madama García, en el espacio que hoy ocupa la Escuela México o como lo hizo Luperón, en su Puerto Plata.
Santiago sería el mayor oasis. Y parece una caricatura, pero basta con recordar que, desde los años 60, Canadá ha librado una batalla para evitar que “su Cibao”, el Quebec, se independice. En España hacen lo mismo con Cataluña, el País Vasco y otras comunidades autónomas.
Con la disolución de la URSS, muchos paisitos al este se separaron, aunque volvieron a la Rusia de Putin sabiéndose frágiles ante los posibles embistes del odioso ISIS y otros nómadas guerreros y asesinos al servicio de quien pague más.
Por eso en la República del Cibao se inició un enorme proceso de modernización y construcción que no puede dejar de mencionar el modernísimo Aeropuerto del Cibao, bancos, cadenas de supermercados, desarrollo agrícola con altas tecnologías, hospitales privados, ante la negación de propuestas seguras estatales.
No dudamos de la capacidad del nuevo director del Gran Teatro del Cibao, pero ¿no hay nadie en Santiago que pueda cumplir esa función? Por favor. Es un poco jalao por los moños.
Si Gustave Eiffel fue, como lo fue, el gran símbolo de la construcción moderna en el auge de la Revolución Industrial con la construcción de puentes, ferrocarriles, edificios sólidos y una marca que lo destaca en la Historia: la Tour Eiffel y la estructura de la Estatua de la Libertad, donada a los Estados Unidos, hay que decir con objetividad que el ing. Manuel Estrella es ese símbolo en el Cibao. Continuador de las ideas del mismo Batlle, Juan Manuel Glas, De Peña y Reynoso. Y Manuel va más allá con su implicación y empeño en el desarrollo del deporte sano como representante de la liga de fútbol creada, de la que es mentor.
La pandemia es una gran limitante para el desarrollo normal en estos momentos. Ojalá que el nuevo presidente valore la región de sus orígenes, de don Rafael, el padre tamborileño, cibaeño.
Del Hospital Metropolitano de Santiago debo destacar el empeño personal del dr. Nicolás Batlle y su equipo, la dra. Jaque, la dra. Santiago, la dra. Roque y su compañero, el dr. Luna, la dra. Belliard y el cuerpo de enfermeras que rinden un servicio con el toque humano que requiere el paciente y que aumenta la capacidad de curación de cualquier medicamento. Ese es un aspecto más de expresión de nuestra dominicanidad y muy presente en el HOMS.
Los orígenes del dr. Batlle vienen de aquel comerciante y filántropo de Santiago, amigo de mi padre y de igual ascendencia catalana: conversador, ameno, humano. A Batlle le enriquecen las venas su abuelo y los Cocco de Puerto Plata, el mismo que se nos quedó en el mejor de los recuerdos con Miguel, el de Aduanas y admirador del buen arte.