Había pasado más de un lustro desde la ll Guerra Mundial cuando Albert Lamorisse decidió realizar su tercer mediometraje de 34 minutos, en el barrio Menilmontant, con una carga de simbolismo y una ternura que derrite a cualquier ser humano como le ocurrió a los organizadores del Festival Internacional de Cannes que no pudieron hacer otra cosa que darle La Palma de Oro, por el mejor cortometraje. Era el año 1956 y al siguiente, presentada por Jerry Lewis en Hollywood, le dieron el premio Oscar a Lemorisse como “mejor guión original”. Luego, en otros escenarios, ganó más premios.
Llegó a ser tan popular esa “peliculita” que durante los años 60, 70, 80 y 90 se presentaba en las aulas primarias de Francia, Bélgica, los Estados Unidos y Canadá.
El Globo Rojo puede tener diversas lecturas. Se puede creer que Lamorisse se inspiró en “El Principito” del piloto Antoine de Saint-Exupéry, un niño filósofo que reflexiona sobre la vida y que al final se convierte como en una cartilla de moral y cívica.
Puede pensarse que este “ballon rouge” no es un balón ná y que Albert nos lo presente como una bandera y hasta reivindique la lucha enorme, el gran sacrificio de la Resistencia francesa contra el fascismo que le costó tantos muertos a su patria por la traición de Petain, quien se alió a las tropas alemanas de ocupación en los años 40.
A todo partidario de la Resistencia, se le apodaba de “rojo” , una asociación con la bandera soviética de la época y que cobró más significado cuando los rusos derrotaron a los alemanes nazis y la colocaron en el Reichstag, principal edifico del gobierno de Hitler. Los rusos apoyaron tanto a la resistencia francesa como a los republicanos españoles contra la barbarie fascista.
El otro mensaje o lectura es que Lamorisse elaboró una oda a la amistad. El globo rojo es el amigo inseparable del niño, Pascal, quien es hijo, en la vida real, del director. Al igual que la niña del globo azul, Sabine.
Pascal va a todas partes con el globo y, en la escuela, este lo espera a la salida. El director lo castiga, lo que es una denuncia al maltrato en estos centros, a aquellos métodos educativos odiosos, represivos.
Los demás niños lo envidian porque Pascal es el niño más feliz. La envidia no quiere que el otro viva bien y por eso los niños del barrio lo persiguen para quitarle su globo. Le tiran piedras, le hacen emboscadas, hasta que un día se lo quitan y lo explotan.
Pascal pierde así a su mejor amigo, pero para sorpresa, todos los globos de la ciudad se escapan y van a parar a donde él se encuentra. Al final se unen y lo elevan para darle un paseo por la ciudad, como si entre todos formaran un montgolfier, como hizo el fotógrafo Nadar, que, quién sabe, si él también fue una fuente de inspiración.
Esta película se convirtió en un clásico cuya belleza y profundidad no se pierden en el tiempo.
En nuestra acostumbrada sesión de cine infantil en el Centro Cultural & Museo Horacio Vásquez de Tamboril, lo presentamos a niños del pueblo y sus barrios El Calientísimo, El Joyo e’ lo Perro, Sal si Puede y otros. Su entusiasmo e identificación con este espacio se percibe en la consigna que ellos gritan cuando llegan: ¡Pai museeeeo!, ¡pai museeeeo! Un grito espontáneo que los apodera del Museo.
Esta tarde de cine, que presentamos los viernes, cuando ya los niños han salido de sus escuelas, salvo cuando llueve, es un esfuerzo para complementar la educación que ellos reciben, es un refuerzo que les permite disfrutar de una tanda de diversión y aprendizaje de valores que en su entorno han sido sustituidos por malas prácticas y comportamientos cuestionables que la pobreza no justifica. Todos los ciclos de cine que hemos presentado los saca de ese ambiente que ellos no eligieron y les ofrece un pedacito de tiempo donde ellos se sienten seguros, alegres y queridos.
En nuestro primer ciclo presentamos una selección de Chaplin, que ellos no conocían y que les fue extraño. Ellos esperaban los acostumbrados muñequitos vacios, sosos y que más que educarlos y divertirlos los adoctrinan para que sigan sus roles de hombres machos y maltratadores de mujeres, niñas que asuman su rol equivocado y tantos malos ejemplos que pasan de manera sutil y otras menos encubiertos. De Chaplin no necesitaron ni una palabra al igual que de Pascal con su globo.
Presentamos un ciclo de animado de Miyazaki que les fascinó por su fantasía sana, colorida y hermosa.
Pudiéramos ampliar nuestro campo de acción trayendo más niños para lo que necesitaríamos una guagüita que nos permita hacer un recorrido más amplio y hacer de esa actividad una gran fiesta de alegría, una fiesta cultural y un arma contra la continua agresión de manifestaciones contra culturales, cargadas de anti valores.
Aunque la película El Globo Rojo no es muda, se habla muy poco, en francés, lo que no impide que se entienda la historia y que los niños también se convirtieran en amigos del Globo Rojo.
Cuando la película terminó, le regalamos un globo rojo, una vejiga, a cada uno y celebramos con bizcocho, refrescos y una buena corrida por el patio.
En 1970, Lamorisse tuvo un accidente mientras filmaba un documental en Irán. Tenía 48 años.