Aunque Picasso gustaba de los toros, el Gernika no tiene nada que ver con toreros, aunque lo repitan mil “fake news”.
Ese cuadro de pintura es uno de los más importantes de la historia del arte y eso les jode a millones de ignorantes cuando descubren que su autor no se vendió al Congress for Cultural Freedom para hacer propaganda antisoviética.
Recientemente salió a la luz un documento, desclasificado por la CIA, donde se lee la lista completa que fue financiada por esta “entidad” que estableció su sede en París en 1960 como un arma de la Guerra Fría. Esa obra es parte de la colección del Museo Reina Sofía de Madrid, a pesar de la militancia republicana del pintor, contraria a la de los reyes españoles, que apoyaron a Franco, quien bombardeó el pueblito cuyo nombre lleva la pintura.
Ese cuadro le proporciona beneficios muy, pero muy cuantiosos al Museo, a Madrid y a la monarquía. ¿Qué le importa a esta dinastía borbónica si Picasso era cristiano, moro o kualalumpureño? Un turista que viaja a Madrid no solo paga por verlo, sino que gasta en taxi o alquila un vehículo, se hospeda en un hotel, come en un restaurante, compra sombreros, ropa y afiches de toreros; y otras pendejadas, que solo hacen los turistas. ¿Cuántos van a Madrid solo para verlo? Lo mismo que el que va al Louvre. ¿A quién le importan los paisajes de Corot o las tahitianas de Gauguin del Orsay? Van a ver la Mona Lisa, no importa que ya no sea la mujer del vendedor de tela. Sigue siendo la obra cumbre de Lionardo Da Vinci.
El esfuerzo por recuperar el Gernika, del que New York quería adueñarse, no tiene que ver con el amor al arte ni con un falso y/o supuesto nacionalismo. Está relacionado con ese atractivo de su originalidad que deja ganancia.
Una controversia sí surge con el nacionalismo al ponerlo como un tesoro español y nunca mencionar el país vasco que fue bombardeado.
El gran símbolo por la paz, y que rechaza la tendencia guerrerista de la imbecilidad humana, es su grandeza, porque sigue vigente mientras la brutalidad continúe como si estuviésemos en plena época cromañónica o en la Edad Media.
Pero en fin, ¿es sobre el torero admirado o sobre las bombas caídas en Gernika?
En última instancia, ¡qué importa! Lo que prueba, si es que hay que probar algo, que fue pintado después del bombardeo, como lo demuestran las fotos que Dora Maar tomó de los bocetos y de la evolución del trabajo creativo, a principios de mayo.
Que se llamara “la brutalidad de Franco”, “la imbecilidad del nazismo” o que, a sugerencia de Paul Eluard, le pusiera “Gernika”, tampoco cambia nada.
Que cobró 150 mil o 300 mil francos que él usó para adaptar el taller a su cuadro, poco fue.
A propósito de la mención de Gratereaux, en un artículo reciente, como beneficiario del financiamiento a intelectuales contra “los rojos”, la lista es tan larga que incluye a Albert Camus, Octavio Paz, Camilo José Cela, Víctor Serge, Sábato entre los más reconocidos. Pero a Picasso no lo pudieron comprar y ese es el pique de muchos hoy día, que buscan cómo embarrarlo con cualquier vaina para intentar disminuirlo, como hicieron con la mediocre película con Anthony Hopkins para complacer a la frustrada Françoise Gilot, pintora sin brillo que quiso imitarlo sin poder.
Tampoco compraron a Diego Rivera, Lam, Edward Hoppe, Andrew Wyeths, Grant Wood, que se negaron a embarrar telas en “nombre de la libertad”.
Sí se vendieron Pollock, Rothco, Motherwell, Warhol y tantos escritores como Carlos Fuentes y los mencionados más arriba.
El Gernika fue la principal atracción en la Feria de París de 1937, que representó a la España republicana en agonía por su esfuerzo de Josep Renau, del ministerio de cultura, cuando Franco desconoció la voluntad popular y dio su golpe de estado, apoyado por la misma monarquía parásita que aún sigue vigente.
Hay que evitar, en las redes, los chismes de títulos engañosos y “atractivos” que solo buscan likes y que no les importa la verdad de nada.
El Gernika recibe, anualmente, 3 y 4 millones de visitas y es, junto a la Gioconda, la obra de arte mas admirada, realizada en un formato enorme en blanco, negro y tonos grises que , aunque fue pintada contra la guerra y las masacres del dictador Francisco Franco, puede ser, y es, un símbolo que trasciende más allá de aquella Guerra “Civil” Española.
El Gernika permanece como símbolo contra las guerras genocidas de hoy aunque no contenga símbolos que representen el fanatismo religioso y esa vaina de creerse los elegidos, los privilegiados en una supuesta tierra prometida, una tierra robada, que no es más que una enfermedad psicopática en mentes enfermas.
El mismo color negro es un símbolo, es el odio a la humanidad misma, odio y desprecio por su propia gente a quienes somete a una zozobra y angustia interminables con el ataque a sus vecinos. Así como le robaron la paz a Gernika, se la roban a los palestinos. ¿Quién puede vivir tranquilo allí? Ni siquiera el propio jefe de la banda genocida que tiene que esconderse, a comerse su kipe con boruga, en un bunker a varios metros bajo tierra, en donde quedará.
Datos precisos y documentados sobre el gernika
•Fue un encargo de enero de 1937.
•Era el gobierno de Francisco Largo Caballero del Frente Popular.
•La pintura fue una donación de Picasso a la ll República.
•El cuadro mide 3.5 x 7.8 metros.
•El taller de Picasso estaba ubicado en el 23 rue la Boétie, muy pequeño para pintar el Gernika.
•El nuevo atelier de Picasso, para pintar el Gernika, estaba en 7 rue des Grands Augustins, antigua residencia de Balzac.
•El 26 de abril 1937, ocurrió el bombardeo a la ciudad de Gernika.
•El 1° de mayo de 1937 hizo el primer boceto.
•El 11 de mayo tenía 22 bocetos.
•El 12 de julio de 1937 inauguraron la Exposición de París y el pabellón español con el Gernika.
Al final, en 1947, Picasso declara, a propósito del cuadro: “… el toro es un toro y el caballo es un caballo…”.