Seguimos con otra fracción de la escritura automática de Iván Tovar, tal como sigue:
“(…) ¡No me gustan los mitos! Llegué a cicatrizar el hueco de mi mano. ¡He vuelto a mi espacio apenado! El encaje de sombras se desliza sobre mis pupilas, me siento bien. Los alcantarillados matinales arrastran las colillas y orines de los vagabundos para dar un poco de color al Sena. Observo un puente en sentido contrario, salvo para los peces. Los peces no duermen jamás, son muy acomplejados. Cavé un hueco en el vacío. ¡Voilá, estaba feliz! Camino directo hacia mi sombra. La insulto. Me devuelvo. Ella es muy graciosa, mi sombra.
Ella toma mi dimensión exacta. La vida alarga sus venas entre las piernas de la tierra. Desde entonces guardo una linterna en mi bolsillo para reconocer los ríos subterráneos. ¡Pobres de aquellos que no tienen linterna! El cielo desliza su velo matinal escupiendo dientes de oro. ¡Qué hermosa escultura, el cielo! Ni siquiera Cárdenas la haría tan bella.
Salí corriendo a dibujar mi espiral. No encontré nada salvo mi sombra. Me puse a caminar hacia atrás y el cascarón de la noche llenó mi boca de sarcasmos. Estoy de pie en una estación de tren con un olor horrible, los pasos perdidos se entrecruzan y las sombras permanecen frías. Los paraguas guardan los últimos noctámbulos en sus orejas. Mi mano penetra en el vacío y vuelve para contarme su aventura. Mi mano es una máquina de sueños. Tengo miedo de mi mano. Por haber visto un agujero en el agua gané un cisne azul y un revólver a toc-toc. Los caminos están florecidos. Tenía mi revólver a toc-toc. Estaba feliz. Quito cuando se posa en ese azul. Me gustan las cosas limpias. Carbonicé todos mis recuerdos para fabricar una estatua de cenizas con una televisión en el vientre. De esa manera, observo la lluvia tranquilamente. La lluvia conoce todo. Aún mejor que los poetas. Un ave penetró en mi pantalla. Desde hace años la golpeó con una escoba. No logró derribarla (…) solamente conozco sabores dudosos. Seguí creciendo con mi sombra (…)”. (Fragmento poema autobiográfico, Navidad, 1973. Traducción del francés al castellano de Myrna Guerrero Villalona).