La relación del artista Iván Tovar con el galerista Ranier Sebelén, es definitoria en el posicionamiento de la obra del artista en el mercado del arte. Desde el primer momento (septiembre de 1986) hubo sinergia entre ellos. El artista José Ramírez Conde (Condesito) fue el puente para que se desplegara una relación afectiva y de negocios digna de preservarse para la memoria histórica.
Cuenta Sebelén que en aquella primera visita “le ofrecí comprar la obra en la que estaba trabajando. Me pidió que dejara que la terminara libremente y que cuando la concluyera me iba a llamar. No obstante, temiendo que la fuera a vender a otra persona, rápidamente le hice una oferta. En ese entonces, el valor de venta en su taller de sus “100 x 81 cm” era de unos tres mil o cuatro mil pesos y me lancé por unos seis mil pesos. Se lo quise pagar en el momento, pero no aceptó. Se rehusaba aceptar dinero antes de entregar sus obras y no le gustaba sentirse presionado”.
“Una mañana, me dijo que había concluido la pieza, cuando fui, quedé impactado al ver los colores, los juegos de luces y sombras, además del negro de fondo. Me explicó que no era negro puro, sino que lo creaba a partir de una tonalidad denominada veridian green combinada con otros tonos. Es por eso que, a los restauradores, se le hace difícil intervenir la obra de Iván, ya que cuesta conseguir la genialidad de tonalidades que él aplicaba en el momento en función también del temperamento que primaba en su cambiante personalidad al momento de crear cada pieza”, apunta Sebelén.
Es maravilloso poder conectar con una época en la que el joven galerista se siente triunfador. Sebelén había comprado unos dibujos en pequeños formatos a través de unos amigos y se los llevó a Iván para que los validara. “Me comentó que correspondían a una muestra individual que había presentado en el Hotel Comercial de Santo Domingo en 1962, donde se habían robado varias piezas de la exposición. Fue la época en que él firmaba Iván Tovar con letras cursivas”. Continuará.