¿Quién fue Iván Tovar? Es la pregunta que acompaña a la nota de prensa del proyecto “Tovar| Surrealismo Vivo”. Responder esta incógnita resulta harto complejo, pues describir al personaje y a su obra es sumergirnos en un universo completamente onírico, el cual no muestra grandes coincidencias con la realidad circundante.
Ciertamente, como se ha registrado en la documentación compartida, Iván Tovar es “uno de los grandes representantes del surrealismo internacional”, movimiento con el que se identifica en su proceso formativo, pues él mismo llegó a afirmar que no era surrealista, ni tenía una posición teórica sobre el surrealismo. Sentenció: “Sin saberlo, estaba haciendo una pintura surrealista, … era mi escritura automática, porque surgía como un impulso, como desahogo”.
Nació en San Francisco de Macorís, ciudad enclavada al noreste de la República Dominicana. Un día 28, precisamente de marzo, el mes de la primavera que en sus obras se convierte en mito ante su resistencia por todo lo que no conecte con su mundo interior. Su nacimiento coincide con la fundación de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) en 1942, espacio en el que se formó a finales de la década de 1950.
El vínculo de Tovar con el arte y su consecuente deseo por formarse en este campo, le guían a mantenerse activo, teniendo en principio como referente la obra del maestro dominicano Gilberto Hernández Ortega. Más adelante, al viajar a Nueva York queda hechizado al ver “La jungla”, obra del artista cubano Wifredo Lam, a quien conoce más tarde cuando se radica en París a partir de 1963, gracias a su relación con el escultor cubano Agustín Cárdenas. Desde su nuevo domicilio parisino, logra insertarse en los principales círculos surrealistas, dedicando especial atención a su formación artística. En esta primera etapa de su vida en Europa conecta con el crítico e historiador de arte francés José Pierre, quien en varias ocasiones reflexionó sobre la obra de uno de los más representativo surrealista dominicano y caribeño. Continuará.