La historia universal está plagada de enigmas, de acontecimientos inconclusos y, muchas veces, mal enfocados o distorsionados. A mi modo de ver, en esto interviene mucho la ausencia de investigación, el mediatismo y, por supuesto, los hechos y las circunstancias. También aparecen personajes que, a sabiendas de que no han movido ni una astilla o aportado una idea para el desarrollo de un proyecto o acontecimiento, se muestran como los personajes principales y no hacen nada por atribuir el mérito a quien le corresponde. A veces olvidan que la verdad es como un corcho que tarde o temprano sube.
Así ha acontecido con la historia de la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), mejor conocida como Biblioteca Pedro Mir (Centro de Recursos de Apoyo al Aprendizaje y la Investigación), un homenaje al poeta nacional de la República Dominicana, prolífero autor de los más encumbrados textos, sobre todo de uno en particular: “Hay un país en el mundo”.
El ingeniero Hugo Francisco Suriel Vargas, verdadero autor de la magnífica obra arquitectónica que integra la Biblioteca Pedro Mir comenta que “en conversaciones con una de sus nietas –que- me pregunta con frecuencia cuáles obras he construido (…) al darle una respuesta (…) me cuido mucho, pues ella dice que: La GOOGLE LO SABE TODO”. Y, aunque ciertamente Google es una herramienta muy eficaz, se trata de una plataforma que se alimenta con las fuentes que se le van proporcionando y, si esas referencias no son fiables, la información tampoco lo será. Por tal motivo, siempre será necesario validar la fuente o recurrir al estudio comparado. De modo que con la puesta en escena del libro: “Biblioteca Central de la UASD la verdadera y real historia de su construcción”, amparado por la documentación, se ha podido reivindicar los hechos, permitiendo reconocer los méritos del ingeniero Hugo Francisco Suriel Vargas como artífice de la Biblioteca de la UASD, emblemática pieza de la arquitectura moderna que se eleva con el mural “Donde se construye la Patria” del maestro Amable Sterling y la obra escultórica “Libertad de pensamiento” del artista Manuel Montilla.