La pasada entrega, nos referíamos a la muestra “Travesía en Sugar” que se presenta en la Quinta Dominica. En la misma, nos referíamos al empleo de la encáustica en la producción visual de Sacha Tebó, práctica que marcó un sello especial en este creador. Resulta que la cera tiende a craquearse y Sacha, consciente de esto y el efecto que podía causar en las obras, se empeñó en estudiar la fórmula correcta con el fin de conservarlas mejor en el tiempo sus trabajos y que se pudieran transportar con facilidad. Es de esta forma que se le ocurre trabajar las obras en forma de rompecabezas, de modo que una pieza podía estar conformada por varios soportes.
Su interés por la historia le impulsó a estudiar cuidadosamente el mundo aborigen. Para Sacha, de aquí se desprendía el componente primario que identifica al isleño caribeño y, hurgando en la memoria histórica, encontró en la cultura taína elementos esenciales que le sirvieron de inspiración tanto para su obra pictórica como en la escultórica. Esto también influyó en el desarrollo de sus instalaciones, lo que se aprecia en la pieza “Sugar”, pero en ella no sólo tenemos lo aborigen, sino que se refleja un proceso de simbiosis y síntesis del proceso sincrético que conforma el habitante de La Española en general.
Y es precisamente la referida obra la que titula la muestra, en la que Sacha recrea un barco, teniendo como base la tradicional canoa aborigen, erigiéndose las velas de las que se desprenden especie de manos talladas en diferentes tonalidades. Mediante esta instalación Sacha nos recuerda que somos el producto de un largo e inconcluso proceso histórico en el que los intereses han servido de base para generar el producto final. Así como los sacos rellenos soportan “Sugar”, del mismo modo la azúcar se convirtió durante años en la fuente de ingresos principal del Caribe.
Lo que Sacha propone es precisamente un viaje por ese pasado inmediato, olvidado por muchos, pero que resulta definitorio para comprender los procesos actuales.