Dicen que la vida es cíclica y estoy por convencerme de que es así, pues muchas cosas van sucediendo en mi vida de tal forma que varios procesos parecen repetirse, pero por fortuna, en la medida en que se presentan, más me impactan. Así me ha pasado al ser testigo fiel de la muestra “Travesía en Sugar” del artista de origen haitiano Sacha Tebó. Sacha, tuvo la oportunidad de tener varios países de residencia, como Francia y Brasil, pero escogió pasar buena parte de su vida adulta en República Dominicana. El afamado artista encontró en Santiago de los Caballeros, el hogar idealizado, desde donde emprendió importantes proyectos artísticos que hoy quedan como memoria histórica para todos aquellos que seguimos con especial atención sus creaciones.
Mi primer encuentro con las obras de Sacha fue precisamente en la Quinta Dominica, siendo aún estudiante universitaria, espacio en el que el pasado jueves se inauguró “Travesía en Sugar” in memoriam y, resulta, que también en ese mismo escenario, me correspondió presentar sus trabajos en el 2011, bajo el título “Remembranzas”.
Cuando uno cree haber conocido todo sobre Sacha, siempre descubre cosas nuevas y cada vez más geniales. Y es que este singular creador, no sólo trabajó la pintura y el dibujo, sino que también dejó una producción escultórica, de la que conocíamos varias piezas, a las que se suman otras que nos permiten admirar cada vez más su legado.
Su formación base como arquitecto, le permitió estructurar siempre lo que iba a proyectar, a tal punto que todo cuanto hizo es muy configurado. En el mundo de Sacha, nada es al azar, todo tiene un móvil cuasi perfecto que va hilvanando el proceso creativo.
Las pinturas de Sacha, no solo llaman la atención por sus tonalidades ocres, el dibujo definido de línea grácil, la espacialidad con que maneja cada área en el cuadro, sino también por emplear la técnica milenaria de la encáustica, lo que le otorga un acabado de lujo a sus piezas. Continuará.