La práctica del arte es un oficio bello y, a la vez, sublime, supone un nivel de sensibilidad muy alto, el cual suele transmitirse por medio de formas, figuras, líneas, colores, volúmenes, áreas, y un sin número de elementos que componen los fundamentos de la forma.
En principio, el arte se supeditaba a meras representaciones gráficas que recreaban las vivencias de la vida en la caverna y, más tarde, fuera de ella. De manera que, desde los primeros registros, vamos a ver que una de las funciones esenciales del arte, es captar aspectos esenciales de la cotidianidad y elevarlos.
De ahí que se pueda establecer una línea histórica que permite documentar de forma sistemática el acervo visual que se va suscitando con el tiempo.
En el contexto local, hemos contado con una figura fundamental que, a mi juicio podría considerarse como el padre de la historia del arte dominicano, me refiero a Danilo de los Santos, quien se dio a la tarea de investigar, compilar y comentar su “Memoria de la Pintura Dominicana”, donde en varios volúmenes, se recoge buena parte del patrimonio artístico de la República Dominicana.
Se han hecho otros intentos por especialistas como Cándido Gerón y, otras figuras destacadas que más que ahondar en la historia del arte, se han centrado en la crítica de arte, dejando de lado la investigación, elemento de capital importancia. Este escenario ha impedido el estudio comparado, puesto que las fuentes son limitadas.
La historia del arte dominicano debe repensarse, resituarse, entrar en diálogo con los modelos internacionales y difundirse en las principales cátedras de arte caribeño. Hace falta mayor investigación, empezar a sistematizar y periodizar la labor de los artistas, que bien se podría partir sugiriendo monografías de los grandes maestros a través de la Escuela de Historia y Crítica de Arte de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Sin fuentes documentales, no hay forma de legitimar los procesos, de manera que tenemos un gran compromiso en unión a los demás historiadores de arte locales.