Abordar la abstracción en el contexto dominicano merece una parada en Jaime Colson, pues es quien mejor define el expresionismo abstracto, el cual se nutre del “neohumanismo y el neocubismo antillano (…). En su evasión parafrástica de la realidad, -devienen- lenguajes que representan el drama de la sociedad dominicana a la altura de los años 1950. (…) Un drama calado e interiorizado por la mayoría de los artistas nacionales que lo plasman mediante visualidades objetivas y subjetivas, angustiosas y desgarradas”, Así lo advierte Danilo de los Santos en Memoria de la Pintura Dominicana (2004, Tomo 4, p. 274).
Y es que Colson no solo tuvo contacto directo con el arte europeo, dada su formación en el Viejo Continente, sino que se interesó por viajar con un sentido exploratorio respecto a los elementos que integran la cultura dominicana y su incidencia en la toma de decisiones.
En un ambiente en que la libertad de expresión estaba limitada por la férrea dictadura, se produjeron híbridos estilísticos, que dieron cabida a lo figurativo abstracto con reminiscencias hacia todos los “ismos”. El mejor ejemplo de este proceso de simbiosis lo tenemos en Eligio Pichardo. Se había iniciado en la abstracción siguiendo el modelo trazado por José Gausachs, evidente en una pieza que corresponde a la Colección del Banco Popular. No obstante, mostró un giro en “El sacrificio del chivo” (1958), primer premio de pintura en la IX Bienal Nacional de Artes Plásticas. En la obra de Eligio Pichardo el arte se convirtió en una herramienta ideológica contestataria que marcó el accionar pictográfico del momento. Y, mediante una abstracción geométrica, redujo las figuras a planos. Naturalmente, en la pieza hay elementos reconocibles, pero también materia y esencia. Fue el fin de la dictadura trujillista y el inicio de una etapa cargada de inseguridad e inestabilidad. Se trata, por tanto, de un experimento sensorial que además de proponer una síntesis estilística, deviene una visión reflexiva e interiorista. Pichardo se enfrentó de manera decisiva al régimen, asumiendo de manera inconsciente una actitud premonitoria tanto para el arte como para el contexto político, social, económico y cultural de la República Dominicana.