En el caso de del artista de origen húngaro, Joseph Fulop, la abstracción es más directa. Y de hecho, será el primer artista en presentar una exposición abstracta en Santo Domingo en 1945 como bien refrenda Edward J. Sulivan en la obra “Arte Latinoamericano del Siglo XX” (1996). En las obras de Fulop el dibujo queda relegado al color, tal como acontece en la producción del austríaco Ernest Lothar, donde una gama estupenda de tonos ocres alcanza el mayor protagonismo. Así lo hemos podido apreciar en obras correspondientes a la Colección de los señores Fernando Báez Guerrero y Nancy Tavárez de Báez.
Pero hay que insistir en el legado de Joseph Fulop, quien a juicio de la doctora Laura Gil Fiallo, va a ser de los pioneros en el arte abstracto informalista en el contexto dominicano, marcando el camino a otros creadores desde su rol como maestro de la Escuela Nacional de Bellas Artes.
En igual medida se distinguen los trabajos de Darío Suro, quien aborda una abstracción geométrica influyendo en la obra de Iván Tovar, amén de que el grueso de obra Tovar se encaminaron más hacia el surrealismo con ribetes caribeños. Asimismo, se destaca la obra de los artistas Silvano Lora y Fernando Peña Defilló, quienes siguieron la abstracción lírica francesa dada su formación en Europa.
La historia del arte dominicano se puede enmarcar por generaciones, centrando el auge del arte abstracto en la década de 1950, pues casi la totalidad de los artistas que corresponden a esta etapa van a incurrir en la abstracción. Emergen creadores con vitalidad expresiva como Delia Weber, Dionisio Pichardo y, también, está el caso de Domingo Liz quien fue de los primeros en abordar la abstracción desde la escultura y, más tarde, en la pintura, al igual que Luis (Luichi) Martínez Richiez. No obstante, al igual que Liz, muchos no harán de la abstracción su sello definitorio como pasó con el propio José Gausachs y sus compañeros en el grupo “Los cuatro”, los maestros Jaime Colson, Clara Ledesma y Gilberto Hernández Ortega.