En los recorridos, además de zigzag, merece la pena a veces devolverse, sobre todo cuando una frase te atrae como me ha pasado cuando camino por la calle Las Damas, al leer: “Donde hay una necesidad, hay un león”. Y es que, precisamente, en la parte frontal de la sede del Club de Leones en la Zona Colonial, se encuentra esta elocuente escritura. En mi caso, ha sido esta frase motivo suficiente para adentrarme en el recinto de una institución llena de historia, tradición y sentido de solidaridad.
Pero hay más, los domingos, la plazoleta Doña María de Toledo, al frente del Hotel Hodelpa Nicolás de Ovando, se convierte en un portal para un viaje en el tiempo a través de decenas de objetos antiguos, algunos de colección, los cuales se exhiben a disposición del público para su venta. Lo mismo puedes encontrar piezas en cerámica, en bronce, plata, metal, libros antiguos, monedas, billetes y mucho más. Los demás días de la semana, la plaza se ajusta para un perfecto descanso, además de conectar al transeúnte tanto con la Calle Las Damas como con la Isabel La Católica.
Al lado de la plazoleta está una hermosa edificación de carácter religioso, en su momento, correspondiente a la orden de los jesuitas, donde se solía dar la misa de espaldas, para así todos los congregados, incluido el sacerdote, estuvieran de frente a la figura de Cristo y el altar. A este templo se le ha dado varios usos, desligados a los de su origen; sin embargo, es en el período de la dictadura trujillista que se empieza a considerar como “Panteón Nacional”. En su interior descasan buena parte de los héroes de la Independencia y Restauración de la República, además de ilustres personajes como Salomé Ureña de Henríquez, su hijo Pedro Henríquez Ureña y el insigne educador puertorriqueño, Eugenio Marías de Hostos, sentenciando este último su disposición para que sus restos permanecieran en Quisqueya hasta que Puerto Rico fuera un Estado libre y no asociado al gran Imperio. Continuará.