En estos días de pandemia, el ocio ha despertado nuevos intereses, sobre todo, en el campo de lo sensible. Me he quedado pensando en un concepto que hace tiempo exploré, a través de los estudios de mi esposo para su primer doctorado, y es que el “know how”, pasa a ser un elemento incorporal del fondo de comercio, cuya locución en español es “saber hacer”.
En la medida en que nos vamos formando, el “saber hacer”, constituye un elemento de gran impacto, pues se refiere al saber práctico que deviene en el individuo cuando se convierte en objeto de la acción. De modo que la persona, en base a la experiencia, no se detiene ante los conflictos, sino que asume una actitud resiliente que le empodera para la viabilidad de los problemas que se puedan presentar.
El “know how”, comprende la construcción de un conocimiento aprendido con el tiempo, que resulta difícil de transferir, pues es intrínseco a la persona, es como una especie de don con el que se nace y, con el tiempo, se cultiva en base la formación y la experiencia.
Se ha intentado transferir el “know how”, condensando la experiencia en lo relativo al manejo de una empresa, concediendo a quien adquiera el fondo las herramientas necesarias sobre el “cómo hacer”. No obstante, en base a mi experiencia, el “know how” representa el ente dinámico, integral, sensible, formado, que goza de inteligencia emocional y que bien pudiera pasar como activo de una empresa a otra.
Como en todas las áreas, existe a mi juicio también el “pseudo know how”, formulación que surge de la combinación de la voz “pseudo” que se traduce como “falso” y, ya sabemos que “know how” se traduce como saber hacer, de manera que el conjunto se asume como “falso saber hacer”. Esto se legitima con la acepción adicional que tiene el prefijo en el idioma inglés que, en su traducción al español, se refiere a personas que tienen pretensiones engañosas o aquellos que fingen ser intelectuales y en el fondo solo son un buzón de ego y mediocridad. Continuará.