Hay personas que sin proponérselo se convierten en referente en la sociedad, se les admira, se intenta continuar su legado, se aquilatan por sus buenos aportes en favor de la colectividad. Hace ya buen tiempo, tuve el privilegio de conocer a Don Juan José Bellapart. Un día, sorprendido por mis visitas recurrentes a su Museo, me manda a llamar a su oficina. Con cierta cautela, voy donde aquel noble señor de mirada caída y gesto delicado que sin fijar sus ojos en mi, levantó su mano izquierda para instruirme acercarme a su lado.
-Vienes con frecuencia por aquí, qué estudias? Ah, sí señor, estoy concluyendo la licenciatura en Historia del Arte en la Universidad de La Habana. -Conoces a Paula Gómez (en ese entonces directora del Museo Bellapart), ella también estudió en Cuba. Sí señor, la conozco, es muy atenta conmigo, me ha instruido en mis búsquedas en la biblioteca del museo.
-Pues me alegra mucho que te guste el arte, es una pasión que me ha movido toda la vida, aunque a veces cuesta poder reunir un patrimonio considerable y ponerlo a disposición del público.
Ciertamente señor, aprovecho la ocasión para felicitarle por su iniciativa, su museo constituye un gran aporte al acervo artístico visual de nuestro país.
Luego de aquel encuentro, cada vez que regresaba al museo, antes de pedir el elevador, pasaba brevemente a saludar a Don Bellapart. Con el tiempo, tomaba su bastón con las dos manos e inclinaba ligeramente la cabeza con expresión cariñosa. Su corazón ya no late, pero su espíritu permanece junto a su gran legado.
Gracias Don Juan José por trazarnos un recorrido de nuestro arte desde el siglo XIX hasta la contemporaneidad, por su apoyo sistemático al esplendor de la cultura dominicana y su difusión tanto a nivel nacional como internacional y, entre otras cosas, por apostar a la producción visual de tantos artistas locales, en especial la figura de Jaime Colson, uno de los artistas más emblemáticos de la República Dominicana.