Recorrer por estos días los espacios del Centro Cultural Mirador, Santo Domingo, constituye un encuentro con el alma, con la nobleza del espíritu humano que nos guía, sin reparo, a ver más allá de lo real. Es, un encuentro con el yo interno, hurgando en el recuerdo para que sea el inconsciente el que nos ayude a descifrar el universo del inmortal Fernando Báez.
Y es que seres tan creativos y sensibles como él, se muestran perenne en la memoria colectiva, su cuerpo sufre una metamorfosis en un viaje al infinito, en el que la esencia, se muestra como faro destellante en cada uno de sus trabajos, su legado de luz.
Hechizada por los “Reflejos de la inmensidad”, en un momento de lucidez intenté alejarme para no quedar cegada ante el fulgor que transparenta el sol radiante, luego de una lluvia fugaz que posa sus últimas gotas, las cuales penden de una hojuela. El resto de la composición está en verde, con una sombra en la parte inferior cuasi perfecta, como si todo el conjunto de por sí, precisara de una dualidad momentánea en la obscuridad.
¡Qué va! No pude zafarme, quedé presa en la genialidad de Fernando, pues el nivel de detalles reflectados en las gotas de agua, es para armar un listado de interrogantes que, increíblemente, se convierten en enigmas que habrá que descifrar en el tiempo.
Así que, siguiendo un orden anacrónico, me fui a “Down Under El Amor”, porque Nana dice de forma espontánea: “Esa soy yo. Fue la última vez que papi y yo nadamos”.
Es imposible contener los afectos, hay demasiadas emociones en el entorno, pues Fernando nos permite apreciar lo humano, sin perder de foco lo artístico, sumergiéndonos en su mirada, esa que evocaba su regocijo y fascinación por la naturaleza, asumida con el alma.
La muestra fotográfica, comisariada por María del Carmen Ossaye, con la museografía de Ángel Ricardo Rivera, integra un amplio programa de proyecciones hasta el martes 2 de julio. Quedan invitados para apreciar el MOMENTUM de Fernando Báez, un ejemplar para la historia.