Penetrar en los espacios expositivos de Galería 904, nos hace centrar la atención en las obras de Melissa Roedán, donde encontramos un imaginario en el que aflora su yo interno, emanando una suerte de emociones producto de la naturaleza y el contenido de sus experiencias estéticas. Las raíces brotan de su ser como tentáculos que llegan al espectador para seducirle y cautivarle en un lenguaje autóctono que es clave para comprender sus obras.
Al tener de cerca las obras de Silvio Ávila, se hace recurrente la figura del “tirapiedras” como sello distintivo en su trabajo, el cual denota el deseo de perfección en la búsqueda de objetivos concretos en el discurrir de los días. Sus configuraciones devienen en un neoimpresionismo que, sin lugar a duda, expresan la genialidad y el detalle con que ejecuta cada pieza. Ávila, se apoya en la experimentación para hacer ver que el arte, más que un diálogo que interesa al colectivo, es un monólogo interior que se agota en las fronteras existenciales de la conciencia y subjetividad que se tengan en relación al arte.
En lo que respecta a Karina Rodríguez, sus presupuestos conceptuales exteriorizan posiciones artísticas en cuanto al objeto, en los marcos de una fundamentación que le otorga un sentido a la falta de estímulos concientizadores y a una visión subjetiva que se ampara más en la apariencia que en la esencia. La artista logra encontrar la fórmula para exaltar una estética de la reproductividad donde el volumen, las texturas, pero, sobre todo, las transparencias, generan un ambiente de elegancia y sofisticación.
Ruddy Taveras por su parte, identifica en la objetivación una realidad “otra” dentro del cuadro. La práctica le lleva a un ideal de perfección en la jerarquización del objeto, ya que su capacidad técnica le permite apropiarse de los elementos de su entorno y reproducirlos fielmente creando espacios dimensionados. El conjunto de elementos que pueblan sus imágenes avizoran un nuevo surrealismo hiperrealista que se sustenta en la novedad y experimentación. Continuará.