La noche del jueves 14 de noviembre, asistimos a la puesta en escena de las obras de dos grandes creadoras, una dominicana y, la otra, española. Se trata de las artistas Amaya Salazar y Giomar Álvarez de Toledo, reunidas para celebrar el 14 aniversario de Arte Berri.
El color, la forma, las texturas, la línea, el movimiento, la profundidad, el volumen, pero, sobre todo, el color, danzan ritmos contrarios, pero que, al ser combinados en la memoria, es como si aflorara una especie de jazz, donde lo europeo, encaja con lo caribeño.
En Amaya, tenemos la representación femenina en tanto elemento icónico de su quehacer artístico, siempre en actitud señorial, de corte elegante, grácil. A propósito de esta entrega, no solo se aprecia la labor dibujística de Salazar, sino que, además, presenta pintura y escultura, dinamizando aún más la propuesta.
En el caso de Giomar Álvarez de Toledo, es una artista plural que no se podría encasillar como representante de una cultura, sino el conjunto de muchas. Tal parece que su ir y venir de un lado a otro, han venido generando las constantes de un empaque general que le ha permitido hilvanar un discurso revelador, en el que igualmente aflora la reminiscencia de su sentir hispano.
No cabe duda de que la cultura une pueblos, de que la pintura es un espectáculo de tonos que permite al espectador ser testigo de realidades inimaginables, penetrando esta vez, en una configuración de elementos que levitan y, hasta estar en medio de una corrida de toros, donde si no estás atento, puedes ser la próxima víctima.
El serpenteo en el trazo, no sólo otorga real movimiento al dibujo de Amaya, sino que esto pasa de forma inmutable a su trabajo escultórico como sello distintivo. Mientras que en el caso de Giomar, se aprecia como juega a la superposición de elementos para crear dos contextos el de la luz y el de la sombra y, a pesar de que se trata de una misma representación, el cuadro parece servir como pretexto para multiplicar la realidad.