El salón Paul Giudicelli de Casa de Teatro tiene una magia singular, no sé si será que las reminiscencias del talento del gran maestro ido a destiempo deambulan por sus paredes; que el encanto de la zona colonial guarda su esencia en este rincón destinado a la promoción del arte y la cultura; o, sencillamente, que Freddy Ginebra se las ha ingeniado para hacer de este espacio un lugar plural en el que convergen las personas más fabulosas que puedan darse cita en Santo Domingo.
Y es que en Casa de Teatro siempre encuentras algo interesante que ver, hacer o con quién estar. Por estos días, precisamente en el salón Paul Giudicelli, se conserva una selección de piezas de la artista Angelita Casals, intitulada: “Donde el viento me llevó”. A ella, al parecer, el viento la estacionó en Casa de Teatro, pero antes, hizo varias paradas en el interior de nuestra media isla, las cuales han quedado inmortalizadas en un universo fotográfico que deviene bello y, a la vez sublime.
Angelita, decidió ir a ese espacio primigenio donde la civilización aún no ha penetrado con toda su fuerza, donde las habichuelas todavía se guisan en el fogón y la aleña permanece latente acentuando el sabor criollo.
En su paso por los estrechos caminos del espeso bosque de nuestras lomas, el aroma del “colao”, sí, del café que fue recolectado y artesanalmente preparado para luego ser molido en el pilón, y poder extraer su esencia al bañarlo con el agua caliente.
Introducirnos en la mirada de esta artista, ha sido un viaje por las galleras, sus ruidos, imaginar el cantar de los gallos en pleno desparpajo y todo el ideal que produce el estar en contacto con el campo y sus tradiciones.
Por medio de esta muestra, revivimos la infancia, los viajes a la casa de los abuelos en el caso de quienes hemos tenido la dicha de que vivan en el campo, bendecidos por Dios al estar rodeados de la naturaleza y todo lo que ella nos provee. Esto sin duda, es lo que se siente al ser sujetos receptores de: “Donde el viento me llevó”.