Mis días han sido profundamente reflexivos, en especial los últimos meses. En este tiempo, he aprendido que nadie puede cuidar más de sí que uno mismo, que muchas cosas dependen más de uno que de otros y que la verdadera honestidad empieza por el interior.

Participar en la muestra Honesty by Juan Carlos Reyes, en el Museo de Arte Moderno, ha sido un detonante para la introspección. ¿En verdad somos honestos con nosotros mismos y con los demás? La respuesta es inquietante.

Los seres humanos nos movemos por emociones y reflejos. Nos resistimos al cambio, nos aferramos a lo que nos acomoda y desconfiamos del futuro. En la sociedad dominicana, nos cuesta ceder ante lo que desafía nuestra visión, y solo la realidad logra imponerse. La mezquindad y la falta de gratitud son moneda corriente; el que se arriesga, vence, pero pocos lo hacen.

He comprendido que muchas veces quien humilla se siente inferior, quien grita lleva dolor, quien maltrata ha sido herido. No se trata de justificar lo malo, sino de comprenderlo. Si todo fuera fácil, la vida carecería de sentido.

El arte tiene la capacidad de exponer nuestras contradicciones y confrontarnos con lo que no queremos ver. La muestra Honesty nos invita a cuestionarnos: ¿somos sinceros con lo que sentimos, con lo que proyectamos, con lo que hacemos? La honestidad es incómoda, pero necesaria.

Vivimos en la era de las apariencias, preocupados por quedar bien con terceros, olvidando lo esencial: la verdad de nuestro interior. Pero el tiempo, implacable, pone todo en su justo lugar.

La honestidad no es solo un discurso, es un ejercicio de vida. Y el arte, como esta muestra, nos recuerda que enfrentarnos a nuestra verdad es el primer paso hacia la libertad.

“Honesty by Juan Carlos Reyes” no es solo una exhibición de arte, sino un llamado a mirarnos sin filtros. Más que una virtud, la honestidad es un desafío Tal vez nunca seamos completamente honestos, pero al menos podemos intentarlo.

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