Cuando empiezo a estudiar arte en APEC por medio de la beca que me habían gestionado y me encuentro con los caballetes, los pinceles, el óleo, acrílico, los colores en general, me doy cuenta de que nací para ser artista. Sin embargo, cuando empezamos a trabajar la escultura, lo primero era el modelado con barro y eso no me gustaba porque lo había trabajado mucho en mi infancia.
En esa época los padres no veían con buenos ojos que los hijos fueran artistas, se pensaba ¿y de qué va a vivir? Este escenario me lleva a tomar una carrera paralela, por lo que estudié arquitectura en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Había una materia que daba el maestro Domingo Liz que se llamaba “Modelado II”, que era soldando piezas. Él entendía que una escultura debía verse bien por todos los lados. Aquí encontré, indefectiblemente, mi amor por la escultura, pues el último día, había que llevar una pieza a la clase. Todos mis compañeros entregaron una obra pequeña como de 12 pulgadas, mientras que yo me aparecí con una de 6 pies. No fue mi intención, pero empecé a soldar, a soldar, … hasta que configuré una gran obra que me hizo merecedor del reconocimiento de todo el salón. Es de este modo que me convierto en el primer escultor dominicano en trabajar con estructuras metálicas.
Y es que estando en APEC en los últimos años, decido hacer una exposición de pintura, pero con el ejercicio de arte en la UASD, cada cierto tiempo trabajaba una pequeña escultura y la iba guardando. Varios profesores se pusieron de acuerdo en que querían ver lo que había estado haciendo, la primera fue Soucy de Pellerano que había sido mi profesora de paisaje y, cuando ve una de las primeras pinturas, se impresiona y exclama ¡oye, pero ¡qué bien está eso! Y luego se voltea y fija la vista en una de las escultura y pregunta ¿y quién hizo eso? -Digo yo. Soucy se va asombrada, no sin antes validar el conjunto y augurar su éxito. Continuará.