Se asume como una realidad la Ley de Mecenazgo en República Dominicana, un paso de avance en lo que respecta a las artes visuales, pero a su vez, surgen muchas inquietudes en el entorno y, queda la duda, de si al haber votado esta norma se estará obrando en favor de la colectividad o de un grupo.
Nos adentramos a un terreno hasta cierto punto desconocido, plagado de enigmas, aunque dentro de todo, es mejor ser optimistas y pensar que estaremos mejor que en años anteriores, pues dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Sin embargo, hay que procurar ser objetivos y no pretender desconocer la realidad, aunque esto incluso nos llene de indignación.
Lo antes expuesto obedece al estado en que se encuentran las instituciones arte de nuestro país, entiéndase: Museo de Arte Moderno, Galería de Bellas Artes, Casa del Tostado, Museo del Hombre Dominicano, Museo de Geografía e Historia, por solo citar algunos ejemplos.
No es un secreto para el sector cultural la situación que presentan estas instituciones, muchas de ellas intervenidas con la intención de restaurarlas y/o acondicionarlas, mientras otras esperan a que un grupo muestre interés por sus muros. La pregunta es: ¿debe llegar una entidad al deterioro total para llamar la atención de las autoridades competentes? Cuando más bien debería dársele seguimiento, a fin de que el problema no sea mayor en el tiempo.
No obstante, lo que hemos visto los últimos días es que tiene que existir un interés particular para que se le dé seguimiento a una cosa u otra. De no existir parte involucrada e interesada, nada camina como decimos en el argot popular, porque vivimos en un medio de pan y circo donde la incultura permea en la mayoría y a pocos parece importarles que el patrimonio artístico se esté esfumando con el tiempo por la desidia de quienes se hacen llamar representantes de la cultura. Dios quiera que esta nueva ley sobre mecenazgo cumpla su rol y no sirva a los intereses individuales, sino a los colectivos.