El pasado martes quedó inaugurada la muestra “Crónicas del Edén” del artista Benjamín Cruz, la cual se exhibe en la Galería de Arte Nader. Se trata de un proyecto muy enriquecedor, a través del cual el artista fue retado por el galerista Dr. Francisco Nader para trabajar en grandes formatos. El conjunto integra un total de trece piezas.
En esta ocasión tenemos un Benjamín Cruz más experimentado, con una obra sumamente depurada. Encontramos algunos elementos de su etapa anterior que pasan a ser los signos y significantes que configuran su sello artístico. Un ejemplo de ello es la presencia del cuerno, un símbolo de alerta, pues el artista procura llamar la atención del espectador, a fin de que adquiera consciencia en relación a la protección del cosmos.
El discurso se hace más latente por medio de la obra “El Yo del espejo”, pues tal como se dice en el argot popular: “desde que al cristal se le añade un poco de plata, solo nos reflejamos nosotros mismos”, es decir, hay quienes plagados por las riquezas materiales se obnubilan y muestran sus afectos para sí mismos.
Así que, de forma perdularia, Benjamín se muestra parte del cuadro, revelando un Yo desinhibido, que observa a lo lejos la triste realidad de los más desdichados, quienes muchas veces se ven en la necesidad de abandonar el lar nativo en búsqueda de mejor suerte.
Ese ideal paradisíaco, de la isla cargada de palmeras, sol radiante y playas exuberantes, queda relegado a un segundo plano, porque se precisan otros detalles para la subsistencia. “Crónicas del Edén”, es una muestra reveladora, mediante la cual, se plantean consideraciones profundas sobre las complejidades del universo. Existen motivaciones cósmicas que guían al ser humano a la conservación del espacio, aun cuando muchos plantean su destrucción. De modo que la propuesta del artista es aunar esfuerzos para concentrar todas las energías positivas a fin de preservar lo que nos queda en la naturaleza. Y es que como mismo plantea mediante la pieza: Intra -Terra; “la naturaleza tiene vida, somos la naturaleza (…).Es preciso resguardar el reducto como aquiescencia del alma.