Baumgarten asume la estética como una teoría en relación a las “potencias inferiores del alma”. Esto se interpreta como una teoría del conocimiento sensorial que en sus momentos de perfección era asociado a la idea de la belleza. Por medio de estas categorías, el autor reconoce la sensación estética con el nivel inferior del conocimiento, denominado conocimiento “confuso” que pasa a ser transmitido por los sentidos y va en oposición al conocimiento “claro”, el cual se enlaza a la lógica y había sido estudiado y conceptualizado en el sistema filosófico de Gottfried Leibniz.
Por su parte, Immanuel Kant en su “Crítica del Juicio”, define los postulados estéticos como reflexiones en torno a lo bello y lo sublime en la naturaleza y en el arte. En el pensamiento kantiano, la actitud estética se corresponde con la capacidad subjetiva claramente diferenciada: la facultad del sentimiento del placer y el dolor.
Bajo la premisa aportada por Kant sobre el sentimiento del dolor, autores como el dominicano Dustin Muñoz, en una reflexión sobre la visión de John Searle, plantea que, “en sentido ontológico, los dolores son entidades subjetivas, porque su modo de existencia depende de que sean sentidos por los sujetos. Pero las montañas, por ejemplo, a diferencia de los dolores son ontológicamente objetivas porque su modo de existencia es independiente (…) de cualquier estado mental”.
En contraposición con la teoría de Baumgarten de “otorgarle capacidad cognoscitiva a la intuición de lo bello”, Kant considera que los juicios estéticos de gusto no aportan conocimiento alguno en cuanto no trascienden los límites de la subjetividad.
Sin embargo, la estética se ha asumido originalmente como una teoría de lo bello. Platón, por ejemplo, asumía que la belleza ocupa un lugar central siempre que esté asociada con la verdad y el bien, como un principio absoluto que explica no solo la esencia de la realidad, sino también el fundamento de las más altas aspiraciones de la conducta humana.