Bajo el título: “Caribe de colores y logaritmos de palabras”, se presentaron un conjunto de obras recientemente en la Embajada dominicana en el Salvador. Las obras corresponden a los artistas: Elsa Núñez, Antonio Guadalupe, Rosa Tavares, José Perdomo, Geo Ripley, Lizett Mejía, Hilario Olivo y Genaro Phillips, quienes lograron dinamizar el montaje con sus diferentes estilos, teniendo como valor estético en común su sello caribeño.
El título de la propuesta, deviene sugerente, sobre todo, por los tiempos que corren en República Dominicana, donde por casualidades o causalidades, el arte se ha hecho eco de los acontecimientos políticos, pues jugando a su rol de la memoria histórica, se deja un precedente respecto al fraude electoral que se fraguó en las primarias del pasado 06 de octubre.
Y es que cuando un acontecimiento salta a la vista, sin abstracción o figuración alguna, sino en pleno realismo, subyacen los significados o significantes, no se puede matizar lo que surge de la amalgama de errores y desaciertos, porque en el intento, se distorsiona aún más el contenido esencial. Ya no hay lugar para la especulación o la diplomacia, hay que ir sin reparo y sin medias tintas el reconocimiento del resultado.
No es un secreto que el mundo está en crisis y de esta realidad no escapa de República Dominicana. De hecho, el impacto para esta media isla es en mayor escala, ya que como siempre ha imperado la miseria, al generalizarse el problema, se agudizan los niveles de pobreza que no solo va en lo que respecta al orden económico como cree la mayoría, sino que se polariza hacia otros sectores, generando así más corrupción, delincuencia, desigualdad, deficiencia en los servicios y la vulneración de los derechos fundamentales.
De igual forma, aflora una decadencia desmedida que trae consigo la falta de justicia y la debilidad institucional, un Estado fallido que busca a toda costa retener el poder para conservar las partes del muñeco pegadas con cinta adhesiva. Lo que no alcanzan a comprender muchos, es que la fragilidad del “pin pon”, está en juego y, en cualquier sacudida del “demo”, la “cracia” puede pasar a otro lado. Continuará.