Una de las estaciones de la segunda línea del Metro de Santo Domingo lleva su nombre
En ocasión de conmemorarse un aniversario más del natalicio de Gregorio Urbano Gilbert el pasado sábado 25 de mayo, el Gobierno dominicano promulgó la Ley 162-19, que declara como Héroe Nacional de la República Dominicana a este defensor de la patria. La misma establece que el 10 de enero de cada año se conmemorará su memoria, y a su vez designa al puerto de San Pedro de Macorís con su nombre. Gilbert, nació el 25 de mayo de 1898, en San Felipe, Puerto Plata. Sin embargo vivió su niñez y adolescencia en San Pedro de Macorís. Ingresó “al Ejército de Liberación de Nicaragua, como raso, pero pocos días después, luego de actuar en una ofensiva de 10 frentes, fue ascendido a teniente”.
A raíz del enfrentamiento que tuvo con las tropas invasoras norteamericana en 1917, fue juzgado y luego condenado por una corte militar. Duró cuatro años preso y gracias a una campaña iniciada para solicitar un perdón a su favor a las autoridades de ocupación, y junto a la intervención de un sacerdote obtuvo su libertad. Al salir de la cárcel, el único empleo que consiguió fue de mesero, pero lo dejó porque no le agradaba la idea de servirle a los marines invasores norteamericanos. Por esta razón viajó a Curazao, luego a Cuba y de esa nación fue a Nicaragua donde junto al revolucionario y patriota César Augusto Sandino luchó contra las tropas de la intervención norteamericanos en aquella nación centroamericana. Un año después de lucha junto a Sandino por la liberación de ese país, y durante una tregua, ambos viajaron a México y allí permanecieron por alrededor de casi dos meses, luego cada uno regresó a su país de origen.
A su regreso a la República Dominicana en septiembre de 1929, decidió ingresar a la Universidad de Santo Domingo, hoy UASD, obteniendo la licenciatura y doctorado en Filosofía. Meses antes de morir, la alta casa de estudios le rindió un homenaje por su valiosa entrega a la causa de nuestro país. Posteriormente a su muerte, esta institución académica publicó sus dos libros titulados “Mi lucha contra el invasor yanqui de 1916” y “Junto a Sandino”.
Este petromacorisano trabajó como contable de la Tesorería de la Junta Central Directiva del Partido Dominicano, con un sueldo de 160 pesos mensuales; inició en ese cargo en febrero de 1944. También laboró como tipógrafo en la imprenta del señor José Antonio Jiménez y Domínguez, lugar donde se editaba el diario Boletín Mercantil.
En honor a este valiente hombre, compartimos con ustedes una carta que escribió cuando se encontraba preso en esta ciudad de Santo Domingo, publicada en este diario, el 1 de diciembre de 1959.
A continuación la carta íntegra de Gilbert que relata su gran hazaña de 1917:
“Yo residía en la ciudad de San Pedro de Macorís, tenía 17 años de edad y trabajaba como dependiente en un colmado del señor Pedro Pérez Torres, de nacionalidad puertorriqueña. Era el año de 1917. El 10 de enero del mencionado año, 2 costaneros y el “Patria” condujeron a San Pedro de Macorís las fuerzas norteamericanas de ocupación. Al saberlo, me armé con un revólver que pertenecía al dueño del colmado, calibre 22 sistema Colt, y también me adueñé de 5 capsulas de repuesto. Me dirigí al muelle. Allí pude ver que la mayor parte de las tropas estaban ya en tierra, pero no había ningún oficial. Seguí caminando por el muelle y me acerqué al “Patria” y pude ver varios oficiales sentados en la cubierta alrededor de una mesa, comiendo y tomando tragos. Pensé que había llegado el momento en que yo debía disparar, porque no quise hacerlo contra soldados sino contra los jefes, y entonces disparé los 5 tiros con que estaba cargado el revólver, y en el mismo momento en que hacía los disparos, lancé un grito de ‘¡Viva la República Dominicana’!
“Cuando la tropa, desorientada, oyó los disparos, abrió fuego sin control alguno y en distintas direcciones. Yo traté de cargar nuevamente el revólver con las 5 cápsulas que llevaba de repuesto, pero no entendía el mecanismo y no pude lograr mi objeto. Desarmado, no tuve más remedio que escapar. Un grupo de soldados me disparó y milagrosamente no hizo blanco. Como resultado del fuego que abrí a los oficiales que según he expuesto estaban bebiendo tragos en la cubierta del “Patria”, resultó muerto el teniente C.H. Bolter. Pude escapar y durante varios días estuve unido a un grupo alzado en los campos del Este bajo mando del general Salustiano Goicochea, alias Chachá. Rendido Goicochea, logré escapar atravesando toda la República hasta llegar a Montecristi. Allí encontré trabajo en la imprenta España, propiedad de Miguel Román San Miguel.
“Un joven de la capital llamado Rafael Nolasco, halagado por la oferta hecha por las autoridades americanas a quien me localizara y denunciara, llegó a Montecristi después de haber recorrido todo el país en mi búsqueda y al verme trabajando en la imprenta mencionada, me denunció al Prevost Marshall y pocos momentos después una pareja de soldados americanos me hizo preso. Este hecho ocurrió el día 4 de febrero del 1918.
“En Montecristi abrieron un hoyo muy profundo en la fortaleza y allí me introdujeron con esposas y grillos. Permanecí en esa horrible prisión más de un mes. Entonces me condujeron a la capital a bordo del transporte “Kitter, que era el antiguo vapor alemán llamado “Presidente” y que venía a la República periódicamente.
“El día 10 de junio de 1918 una corte militar me juzgó y a los tres meses dictó sentencia condenándome “a ser colgado vivo hasta que muera, muera, muera”.
“Más tarde el Presidente de los Estados Unidos Wilson designó una Comisión encargada de revisar el proceso y conmutó la pena por la de prisión perpetua (prisión mientras vida tenga).
“Cuando visitó el país monseñor Leytes Vasconcello, delegado apostólico en Misión del Papa para la coronación de la virgen de la Altagracia el día 15 de agosto de 1922, pidió mi perdón, a cuya petición se unió el arzobispo Monseñor Nouel, y fue acordado el día 2 de noviembre del año 1922.
“En agosto del año 1928 me fui para Nicaragua, donde combatí más de un año al lado de Sandino. En la tregua de 1929, en la cual Sandino se vio obligado a ir a México, yo le acompañé, quedando allí con él durante dos meses.
“Regresé a mi patria en septiembre del año 1929. En el único Gobierno que he trabajado ha sido en el del Generalísimo Trujillo”.
Gregorio Urbano Gilbert falleció el 29 de noviembre de 1970, en su residencia ubicada en la calle Palo Hincado número 16, al cumplirse los 54 años de la primera intervención norteamericana que él valientemente combatió.
Finalizamos con una frase de este héroe de la Patria “Muero, pero muero satisfecho porque es en justa protesta por la invasión de mi país por fuerzas extranjeras”.