Desde la invasión europea de América a principios del siglo XVI, y hasta casi finales del siglo XIX, el proceso de occidentalización desarrolló la expansión de las prácticas esclavistas que forzaron la traída de decenas de millones seres humanos africanos esclavizados vendidos como mercancía. El resultado de esta migración forzada fue la expansión sociedades esclavistas en las Américas y en especial en la región del Caribe. Esta lógica económica imperial adquirió diferentes peculiaridades según las características demográficas, territoriales, productivas y geográficas. Cada imperio se rigió por un patrón propio de control, y sometimiento en relación con normas legales y religiosas que conllevaron diversos grados y tipos de segregación, mestizajes diversos y sincretismos entre las sociedades originarias, europeas y africanas. En el caso de La Española, donde las epidemias fueron letales el fenómeno produjo el exterminio de las poblaciones nativas situación que obligó a cimentar, en la nueva sociedad resultante, unos mecanismos ideológicos que fundamentaran y normalizaran la esclavitud y justificara que la inmensa mayoría de la población aceptara su condición de esclavizados, así Dios lo quiso y las leyes del hombre lo dispusieron. De esta forma desde el norte al sur de las Américas a las poblaciones explotadas se les construyeron categorías con relación al color de la piel, rasgos físicos y costumbres paganas que legitimaban su condición de esclavitud e inferioridad, y consecuencia de ese colonialismo derivo el desarrollo de la idea de raza que contribuyó a la conformación de sistemas políticos y económicos basados en las distinciones raciales, que perduraron después de la abolición de la esclavitud y se mantuvieron en el siguiente siglo.

Durante el siglo XX la lucha de las diferencias raciales derivó hacia la búsqueda de derechos para acabar con la discriminación, proceso impulsado en la década de los años 50 y 60 por el movimiento de los derechos civiles surgido en América del Norte, donde el racismo hasta la actualidad se ha enquistado hasta límites injustificables. La misma lucha se propagó por el resto del continente afectando a las sociedades que no pudieron olvidar estos rezagos esclavistas constitutivos incluso de sus proyectos nacionales, y que todavía hoy, dan coletazos hirientes y violentos en realidades como la nuestra que han derivado hacia lo que algunos autores denominan democracias racializadas.

El libro que pretendo presentar ahonda en toda esta realidad histórica tan difícil de aceptar y donde resulta necesario seguir estudiando el difuso concepto de «raza» y, por supuesto, el racismo mal que aqueja a toda la humanidad. Por tanto, los responsables y colaboradores del trabajo plantean temas que siguen siendo reto y obligación para los científicos sociales y sobre todo para lo historiadores, si se tiene en cuenta la enorme importancia de la población de origen africanos en América y la carga discriminatoria que todavía hoy recibe. Actualmente es alarmante como los discursos segregadores emanan en nuestras sociedades cada vez más desiguales y polarizadas ideológicamente. No podemos dejar pasar la apreciación de que las ideas de raza y color como parapeto no han dejado de estar presente nunca en el ruedo político de nuestros países, máxime cuando los últimos cuarenta años de globalización han puesto en crisis unas identidades nacionales que tienen dificultad para sostenerse y que están siendo abanderadas por ideologías nacionalistas radicales que obvian la historia. Un ejemplo palpable es el fenómeno político que hoy día experimenta la Unión Europea afectada por una migración indetenible que también está cambiando el color de la piel de sus naciones y que será difícil de asimilar, desde luego un fenómeno consecuencia del imperialismo de los siglos XIX y XX.

Los editores del libro, Consuelo Naranjo y Miguel Ángel Puig Samper han reunido en este esfuerzo a un grupo de reconocidos historiadores, que centran su mirada en los oscuros procesos de subordinación de la historia de occidente que llevaron a niveles asombrosos los procesos de racialización de nuestras actuales sociedades. No podemos olvidar que fue el tan celebrado positivismo quien puso en prácticas esta clasificación de los seres humanos y fueron las políticas llevadas en su nombre las que facilitaron algunos de los procesos históricos más bochornosos de la humanidad.

Concentrándonos en el contenido del libro, este está compuesto por catorce trabajos que si bien tiene como objeto de estudio principal la cuenca del Caribe logra viajar por todo el continente. La construcción de narrativas imperiales, la racialización de la medicina, la construcción de las democracias racializadas, los enfoques de la biología contemporánea, estudios sobre los textos mas importantes de la modernidad e incluso los problemas contemporáneos son abordados por historiadores e historiadoras de toda la región sin atender a diferencias idiomáticas. En definitiva, un volumen que es una muestra plural y diversa de como abordar un tema sensible y actual con enfoques teóricos y metodológicos diversos y representativo de líneas sólidas prometedoras de exploración de una temática tan interesante como necesaria. Como recoge su contraportada sigue siendo un tema crucial el analizar las manifestaciones de un racismo que es cultural y estructural para reconocer tanto sus formas de pervivencia como de resistencia frente a él.


Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World. “This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC”.

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